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15M: ¡Comenzó la pesadilla de Bolsonaro! ¡Ahora es no salir de las calles y construir la huelga general del 14 de junio!

El 15 de mayo estuvo marcado por verdaderas manifestaciones de masas en todo el país. El “tsunami” que preanunció Bolsonaro la semana anterior fue gigante y barrió de norte a sur el Brasil, llenando las calles con un mar de gente.

Por: Diego Cruz

Relevamientos de organismos de prensa dan cuenta de que ocurrieron protestas y paralizaciones en al menos 250 ciudades de los 26 Estados y en el Distrito Federal, reuniendo no solo a estudiantes sino a profesores, profesionales de la educación, padres de alumnos, y diversos otros gremios.

Seguramente, entre un millón y un millón y medio de personas fueron a las calles este día. Fue encabezado no solo por estudiantes y profesores de las universidades federales sino también de las estaduales y alumnos de secundario, además de profesionales de la Enseñanza Básica y de la Enseñanza Media, tanto federal como estadual y municipal.

Las movilizaciones de este miércoles tuvieron además la adhesión de un sector significativo de escuelas particulares, mostrando que un importante sector de la clase media no solo apoyó sino que adhirió al movimiento. Y obtuvo, sobre todo, enorme simpatía de la clase obrera y de la población. La creatividad de las pancartas y los carteles pintados a mano mostraban el carácter mayoritariamente espontáneo de las manifestaciones.

El movimiento también traspasó a otros gremios, que llegaron a paralizar parcialmente en apoyo a la lucha, y a engrosar los actos, como metalúrgicos, petroleros, metroviarios de San Pablo, etc.

Y, ¿cuál fue la respuesta del gobierno? Bolsonaro, desde los Estados Unidos, llamó a los manifestantes de “imbéciles” e “idiotas útiles”, echando todavía más leña al fuego.

Un gobierno cada vez más “empantanado”

El gobierno de ultraderecha y reaccionario de Bolsonaro tiene el objetivo de imponer una derrota a la clase trabajadora. Pero está sentado sobre una montaña de contradicciones que fermentaban, por abajo, grandes embates. Eso porque su elección, aunque representase un cambio en la coyuntura del país, no significó una derrota estructural de la clase que pudiese imponer un cambio en la correlación de fuerzas. O sea, la clase no fue derrotada en la lucha, en la acción directa, confirmando lo que el PSTU decía sobre que los grandes embates aún estaban por venir. Y, ahora, las manifestaciones de masas que vimos este miércoles son el preanuncio de luchas mucho mayores, que se combinan hoy con la profundización de la crisis política y económica.

El gobierno y la burguesía hacen sucesivas rebajas en la expectativa sobre el PIB (hasta consideran una recesión en este trimestre), alejando cualquier esperanza de recuperación para este año. Eso ocurre porque, en un contexto de grave crisis capitalista mundial y nacional, el Brasil tiene la localización de un país subordinado, y la política de Bolsonaro es justamente profundizar eso, haciendo volver el país al papel de una mera colonia del imperialismo. Bolsonaro no duda en ser y mostrarse como un mero lacayo de Trump, entregar en bandeja empresas como la Embraer a los Estados Unidos, privatizar de forma generalizada, y privilegiar cada vez más el capital financiero internacional, aunque para eso tenga que desmontar por completo el sistema de Seguridad Social y acabar con las jubilaciones.

Si la economía va de mal en peor, en el terreno político la crisis de Bolsonaro en el Congreso Nacional se mezcla con las denuncias de corrupción que crecen cada vez más. Además del involucramiento más que sospechoso con las milicias [parapoliciales], el senador Flávio Bolsonaro (PSL-RJ) se ve envuelto con nuevas denuncias además del caso Queiroz. La quiebra del sigilo bancario y fiscal de 95 personas y empresas relacionadas a él prometen desvendar aún más ese lodazal, profundizando la crisis de este gobierno. El gobierno Bolsonaro se revela un gobierno corrupto como los demás, comenzando por él mismo y su familia.

No salir de las calles y construir la huelga general

Este 15 de mayo mostró la fuerza del movimiento de masas y mostró que es posible derrotar los ataques del gobierno. Es hora de no salir de las calles, y construir, junto a los trabajadores, la mayor huelga general que este país ya haya visto, el próximo 14 de junio.

Las direcciones de las centrales sindicales y los partidos que se dicen de oposición no pueden hacer lo que hicieron en 2017. En aquel momento, luego de la histórica huelga general del 28 de abril, justamente cuando el movimiento crecía, las direcciones retrocedieron apostando en un “acordão” [gran acuerdo] con el entonces gobierno Temer y jugando sus fichas en las elecciones que se aproximaban.

Dio en lo que dio, y esa traición abrió espacio para la aprobación de la reforma laboral enseguida después, cuyos efectos están sintiendo ahora los trabajadores más pobres y precarizados.

La necesidad ahora es la opuesta, es avanzar en la lucha y construir, por abajo, una huelga general en defensa de la educación y contra la reforma previsional. El 15M probó que es posible, la crisis cada vez mayor del gobierno refuerza eso. La pesadilla de Bolsonaro solo comenzó, vamos a impedir que él destruya la Educación Pública y la Previsión Social.

El Brasil precisa de un proyecto socialista

Precisamos derrotar a Bolsonaro, pero no solo eso. La crisis se profundiza cada vez más y la receta de la burguesía y de los gobiernos es imponer una verdadera guerra social contra los trabajadores y la población pobre, además de la juventud negra que vive un genocidio en las periferias. Sacan dinero de la Educación y quieren acabar con las jubilaciones para enriquecer todavía más a los banqueros. La barbarie crece a ojos vista. Eso es lo que reserva el capitalismo a la clase trabajadora y a los pobres: más desempleo, pobreza, miseria y muerte, y para 1% de la población –los banqueros, grandes empresarios y latifundistas– más ganancias a costa del aumento de la explotación.

El Brasil precisa de un proyecto socialista, de una revolución que destruya este sistema de hambre y explotación y construya uno nuestro, un gobierno socialista de los trabajadores, que gobierne a partir de concejos populares en las fábricas, barrios, periferias, etc.