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52 años del Cordobazo: lecciones para el presente

El 29 de mayo de 1969; una poderosa movilización obrera, estudiantil y popular sacudió Córdoba capital y el país entero, desbordando la represión policial y tomando el control del centro de la ciudad. El gobierno nacional de la dictadura de Onganía debió lanzar al ejército a retomar el orden a sangre y fuego, pero aunque logró ese cometido quedó herido de muerte: a partir de ese momento la dictadura comenzó a desmoronarse. Y lo más importante de todo: esta pueblada imponente dio origen a una generación de luchadores que pudo haber cambiado la historia de nuestro país, y demostró cuál es el método que el pueblo trabajador debe usar para lograr eso: el paro con movilización y defensa ante la represión.
1969 había arrancado movido para la dictadura de Onganía, otra marioneta militar que los yanquis y la patronal argentina habían mandado a poner en la Rosada para doblegar a la clase obrera y empujar un tranco más a la Argentina de regreso al status colonial. Desde el levantamiento en Villa Ocampo, Santa Fe, en abril; contra el vaciamiento del ingenio azucarero, y recorrió Corrientes, Rosario y Salta, con la misma dinámica de la unión obrera y estudiantil guiando al pueblo al estallido contra las políticas y la represión de Onganía, y al enfrentamiento con una represión asesina.
Así entraba la Argentina a una época de movilizaciones y luchas mundiales: el Mayo Francés, las luchas estudiantiles en México, la Guerra de Vietnam, la nueva era de la resistencia palestina, la revolución cubana… Y la raíz de todas estas luchas, era la resistencia al saqueo imperialista por parte de una clase obrera explotada y una juventud oprimida; por un orden mundial capitalista cada vez más decadente.
Córdoba estalla
En los años previos al Cordobazo se habían ido formando grupos de grandes luchadores obreros y dirigentes combativos en todo el país fueron precedidos por conflictos en la destilería YPF La Plata, Peugeot, la gráfica Fabril Financiera, Citroen, etc; que se defendían de los golpes lanzados por la dictadura de Onganía: luchas contra despidos, el tope del 8% en las negociaciones salariales, aumentos de productividad y «racionalizaciones».
Pero de la mano de dirigentes sindicales incapaces de hacer otra cosa que no sea defender sus sillones, aunque diera bandazos y esbozaran inconsecuentes posiciones de lucha; no se podían conseguir más que derrotas. Ya desde que la CGT había provocado la derrota de la gran batalla que dio para evitar el cierre del frigorífico Lisandro de la Torre de Mataderos, en el verano de 1959; la cúpula del sindicalismo había perfeccionado los métodos de traición y desvío de las peleas de la clase obrera, dejando avanzar los ajustes patronales. Principalmente, impidiendo la unificación de los conflictos, desgastando con movilizaciones esporádicas y «planes de lucha» discontinuos. Mientras tanto, el nuevo activismo se iba fogueando, desarrollando nuevas formas de lucha, como las tomas de plantas, pero todavía le faltaba camino para desplazar al sindicalismo domesticado, y dirigir las luchas obreras.
Todo eso estaba cambiando en 1969, empezando a cambiar en el interior del país; donde el control de los dirigentes de la CGT era más débil. Pero la dictadura subestimó los estallidos que se venían acumulando, y ensayó una medida de castigo: tras los estallidos provinciales, Onganía dispuso las «quitas zonales»; que hizo que los salarios en las provincias pasaran a ser mucho menores que en Capital y Gran Buenos Aires, ante un costo de vida igual o superior. Para completarla, en Córdoba se había impuesto trabajar medio día los sábados, sin incremento salarial. Eso hizo escalar la bronca obrera y popular, y a las dos CGTs nacionales no le quedó otra que llamar a un paro nacional el 30 de mayo. Pero en Córdoba los trabajadores ya estaban demasiado enojados como para hacer un simple paro “dominguero”; así que salieron a las calles 12 horas antes, para convertirlo en un paro activo…

Como era de esperarse, el gobierno lanzó a la policía a reprimir la marcha. Pero los obreros y estudiantes estaban hartos, así que las columnas de la marcha se decidieron por aguantar y rechazar la represión; y lo lograron, haciendo retroceder a la gorra a piedrazos (y alguna que otra molotov), hasta superarla por completo y obligarla a salir corriendo, derrotada por el pueblo trabajador: una escena que no se veía desde hacía décadas.

Así, barrios enteros de Córdoba quedaron en manos de los obreros y los estudiantes: se levantaron barricadas, se formaron comisiones barriales, interbarriales y coordinadoras para tratar de enfrentar la brutal y masiva represión, que se disponía a lanzar el ejército apoyado por la policía; y el pueblo trabajador se preparó lo mejor que pudo, contra reloj, para defenderse de la furia patronal. Sin embargo, nada de eso fue suficiente: el heroísmo de luchadores y luchadoras no podía compensar la falta de preparación y organización; y sobre todo, el instinto de bronca y lucha contra la patronal no podía suplir la falta de una dirección con un programa político revolucionario para hacer triunfar la lucha, y llevarla más lejos.

La corta vida de una alternativa

A pesar de que el ejército recuperó Córdoba a los tiros, asesinando a decenas de luchadores; la derrota política de la dictadura de Onganía era un hecho. Las puebladas no hicieron más que multiplicarse, acelerando el final no solo del gobierno de Onganía; sino de la misma dictadura militar. En la misma Córdoba, estas experiencias de lucha no hicieron más que alimentar la combatividad del movimiento obrero provincial; que encabezó otra pueblada en marzo de 1971 (que también provocó una crisis política nacional a pesar de haber sido derrotada por la represión militar) siguió llevando a cabo ocupaciones fabriles, luchas callejeras contra la represión y otras formas de lucha, en combinación con otros sectores asalariados y populares en rebelión contra los gobiernos y las patronales.

Y estas luchas fueron abriendo un proceso de renovación de los cuerpos de delegados y sindicatos, proceso en el que la camada de activistas y luchadores que desafió tanto a las camarillas peronistas como a los “combativos” con limitaciones como Tosco; fue haciendo surgir direcciones sindicales democráticas, honestas y luchadoras; que se autodenominaron “clasistas”. La más notable de ellas, fue la dirigencia clasista del Sitrac-Sitram (sindicatos organizados por la patronal, e impuestos en las fábricas de Fiat Córdoba), que intentó formar un Movimiento Sindical Clasista nacional y se fortaleció como referencia de luchadores y luchadoras de todo el país, a pesar de que sufrió una intervención a fines de 1971, que impidió que se siguiera desarrollando la experiencia.

Este ascenso, con vaivenes, se sostuvo hasta el golpe militar de 1976. Ese golpe, orquestado como siempre a pedido del imperialismo, tenía el claro objetivo liquidar al activismo nacido al calor del Cordobazo, para impedir el desarrollo de la nueva dirección del movimiento obrero de lucha; y así garantizar el saqueo y la explotación del país. De ese modo, los principales centros de tortura y exterminio fueron colocados en los lugares donde se concentraban lo mejor de ese activismo: en Córdoba, el infame Gral Menendez convirtió al III Cuerpo del ejército en la maquinaria de exterminio que buscó borrar para siempre a esta experiencia de lucha.

Las enseñanzas de una lucha inolvidable

Pero el Cordobazo y sus lecciones ya habían dejado su huella en la historia; aportando enseñanzas invaluables a la tarea de construir la alternativa de dirección sindical y política que la clase obrera y el pueblo necesitan. El Cordobazo demostró que la única manera de ganar, es confiar en la fuerza de la clase obrera, en la movilización de todos y cada uno de los compañeros y compañeras; evitando las trampas de las negociaciones a puertas cerradas que tanto les gustan a la patronal y a los traidores sindicales. Demostró que a las luchas hay que llevarlas hasta el final; incluso si para eso hay que enfrentar la represión policial. Y demostró la necesidad de construir una dirección revolucionaria; un partido que aplique un programa que, partiendo de los problemas más sentidos de nuestra clase social, lleve las luchas obreras y populares a la toma del poder por la clase obrera: una dirección basada en los mejores luchadores y luchadoras obreros, estudiantiles, y del pueblo en general; que conduzcan al pueblo trabajador a la victoria sobre la decadencia del imperialismo y la patronal. 52 años después, ampliar la experiencia del Cordobazo y aplicar sus enseñanzas; es la única salida a la catástrofe en la que nos metió la patronal, todos sus partidos y sus amos extranjeros.