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GUERRERAS DE LA EMANCIPACIÓN LATINOAMERICANA

“… el español no pasará / con mujeres tendrá que pelear…”

A partir del siglo XIX, con la quiebra del orden colonial hispano, la Revolución alteró la vida de las mujeres, antes confinadas al hogar.

Criollas, mestizas, indígenas, negras, excluidas de las decisiones políticas, económicas y sociales, revirtieron en parte esa situación al ingresar en la lucha: repartieron víveres, curaron heridos, llevaron mensajes, manejaron armas y vistieron ropa “de hombres” para el combate.

La zona altoperuana se caracterizó por una importante acción militar de las mujeres, por ejemplo  Bartolina Vargas Sisa y Gregoria Apaza durante la rebelión de Túpac Amaru. La urgencia de detener el avance de los realistas, sobre el Virreinato del Río de La Plata, hizo cada vez más necesaria esa acción.

El universo de las luchadoras fue heterogéneo. En La Paz fueron criollas de elite y mestizas, lideradas por Vicenta Eguino. En Cochabamba fueron las más pobres, mestizas e indias, sin líderes identificadas. En Chuquisaca, la mestiza Juana Azurduy, organizó a mestizas e indias.

En 1812 Cochabamba fue cercada por los godos. Mientras el gobernador Antezana negociaba una paz deshonrosa, miles de personas, la mayoría mujeres, se reunieron en la plaza y decidieron resistir. Armadas de cuchillos, palos, barretas y piedras, asaltaron el cuartel general, se apoderaron de la artillería y se atrincheraron en la colina de San Sebastián. “Morir antes que rendirse”, respondieron al pliego de rendición. El Brigadier Goyeneche ordenó un ataque que resistieron durante tres horas, mató a treinta de ellas y aniquiló la defensa. Belgrano y su ejército rindieron honores a la valentía de “las cochabambinas”.

Juana Azurduy fue la única mujer jefa de caballería, que condujo batallones de hombres (Leales) y de mujeres (Amazonas). Escoltaban al ejército regular, usando la táctica de la guerrilla. Retrocedían cuando el enemigo atacaba y lo intimidaban con su famoso “japapeo” o carcajada. Cuando éste huía lo perseguían para dar combate. Juana peleó al lado de su marido Manuel Padilla y de Güemes y fue reconocida y homenajeada por Belgrano y Bolívar.

Esas mujeres fueron parte de la primera línea de las batallas por la Primera Independencia Latinoamericana. San Martín planteó que sin la participación activa de las mujeres la causa de la libertad habría demorado más tiempo. Sin embargo la historia tradicional las ignoró, o a lo sumo, las consideró excepciones, ocultando su protagonismo colectivo con el fin de sostener el falso concepto de la inferioridad femenina.

Pero su memoria vive en las mujeres de las primeras líneas de los procesos actuales de Chile, Colombia, Perú o Paraguay. Son guerreras que enfrentan la miseria, la pandemia, la violencia machista. Parafraseando a San Martín, solo con ellas como parte de la clase trabajadora al frente de una nueva Revolución será posible la Segunda y Definitiva Independencia Continental.