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LA INFLACIÓN SE PODRÍA FRENAR

El Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) publica todos los meses el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este índice es un porcentaje que se calcula midiendo el aumento de precios de una lista de productos determinada que incluyen alimentos, vestimenta, salud, educación, y servicios públicos, entre otros. El 15 de abril pasado se publicó el del mes de marzo de 2021 arrojando un 4,8 % de incremento. 

 

Cuando en periodos constantes el IPC registra aumentos se dice que «hay inflación». Lo que refleja la inflación es la pérdida del poder adquisitivo de la moneda. Algo que comprobamos todos los días cuando vamos al supermercado a comprar alimentos o cuando tenemos que adquirir prendas de vestir. Los precios aumentan (y mucho) mientras el sueldo que cobramos se mantiene quieto. 

 

Cuando el cálculo se hace de un año a otro hablamos de inflación interanual. En el caso de nuestro país este índice es del 42%, es decir que desde marzo del año pasado a hoy las cosas valen, en promedio, un 42% más cara. 

 

¿Por qué hay inflación?

 

Cuando se publican estos datos luego se llena de economistas y opinólogos en todos los medios de comunicación dando razones de porqué aumentan los precios. Algunos hacen referencia a que los precios aumentan por la «puja distributiva». Cuando escuchamos decir esto nos están diciendo que los precios aumentan porque son presionados por los aumentos salariales. Esto es completamente falso. Según el propio INDEC la caída salarial promedio en el último año es del 7% es decir que mientras los precios aumentan los salarios corren muy por detrás. 

 

Algunos funcionarios del gobierno hablan de que existen formadores de precios. Esto significa que hay un pequeño grupo de empresas que se ponen de acuerdo y aumentan los precios simplemente porque pueden. Esto último sucede en algunas ramas de la economía que están muy concentradas  pero no explica los aumentos de precios generalizados, menos aún en ramas que ofrecen variedad y competencia. En estos casos si una empresa A aumenta los precios, bastaría con que los consumidores se dirigen a las empresas B,C o D para conseguir mejor precio y que en poco tiempo A pierda una porción de mercado (el famoso “Camine señora para conseguir precios” que popularizó Lita de Lazzari, de la Liga de Amas de Casa).

 

En el caso de Argentina se combinan una serie de factores. En primer lugar la suba generalizada de los precios internacionales de los alimentos hace que los productores agropecuarios estabilicen los precios con una referencia dolarizada. Es decir que venden sus productos acá como si los vendieran en el exterior. A esto también se le suma, por ejemplo, el caso de los textiles, la existencia de un capital concentrado en la producción de hilados que es manejado por una sola empresa que vende con sobre precios en el mercado local. Otra de las causas claves en nuestra economía dependiente del imperialismo son las sucesivas devaluaciones trasladadas a los precios por las patronales empujadas por los propios sectores agroexportadores y los especulativos ligados al endeudamiento externo. No es casualidad entonces que del IPC de marzo quienes encabezan los aumentos sean Alimentos y Vestimenta. 

 

¿Se puede acabar con la inflación?

 

Cómo todo problema económico que tiene un país, la inflación podría terminarse  con una serie de medidas de fondo que apunten a recomponer el poder adquisitivo de los trabajadores y a hacer un férreo control de precios. 

Estas medidas deberían ser: el aumento salarial de emergencia para todos los trabajadores para recomponer lo perdido en primer lugar. Un fuerte aumento en las retenciones a las exportaciones de alimentos y granos, así como también la creación de organismos estatales que puedan controlar estas exportaciones (en la época de Perón había sido el IAPI para las exportaciones agrarias, complementado con las Juntas Nacionales de Carne y Cereales y el Mercado Único de Cambios, que por un lado compraban carnes y trigo, a los productores y los vendían en el mercado a precios más baratos,). También se podría apuntar a la estatización de industrias estratégicas de energía y que sean controladas y dirigidas por sus empleados y usuarios.

Estas medidas, difícilmente podrían ser tomadas por un gobierno como el de Fernández, que día a día demuestra que no está dispuesto a atacar las ganancias de los empresarios más poderosos del país. Solo podemos lograrlas con la lucha obrera y popular, obligando a los sindicatos y movimientos sociales a ponerse a la a la cabeza de una lucha por estos objetivos o pasándolos por encima, uniendo todas las luchas por salario y contra las paritarias a la baja que las dirigencias sindicales vienen firmando.