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LA VARIANTE DELTA Y LA CAMPAÑA ELECTORAL: ¿ES MOMENTO DE ELIMINAR RESTRICCIONES?

No hace mucho tiempo, varios de los países más poderosos, como EE.UU. o Inglaterra, anunciaban que se acercaba el fin de la pandemia, y con ello el fin de las restricciones. Era muy lógico, puesto que estos países habían acaparado muchas más vacunas de las que necesitaban, mientras que a otros como al nuestro les llegaban a cuentagotas.

Sin embargo, esas promesas sobre el fin de la pandemia parecen estar más lejos de cumplirse. EE.UU. contaba al 26 de agosto con más de 100 mil personas hospitalizadas por COVID-19, una cifra más alta que la del año pasado. Florida,  su Estado más afectado, registró una cifra récord en la última semana de 1.727 muertes. La situación se repite, con mayor o menor gravedad, en otros países como España, Reino Unido, Australia y otros.

¿Qué fue lo que pasó? Podemos enumerar tres causas principales. La primera es la aparición de la variante Delta, que es más contagiosa y peligrosa que las anteriores. La segunda es la apertura indiscriminada de actividades que se llevó a cabo. La tercera se la podríamos atribuir a que la vacuna mayormente no es obligatoria y un sector de la población aún se resiste a vacunarse.

Si volvemos a tomar como ejemplo el estado de Florida en EE.UU., apenas más del 50% de su población se encuentra vacunada. Las escuelas se han abierto sin ningún tipo de protocolo y el Gobernador está en contra incluso del uso obligatorio del barbijo. Asimismo en todo el país yanqui se está viendo un aumento en las hospitalizaciones de niños a causa del virus.

 

¿Por casa cómo andamos?

 

En nuestro país al menos el 60% de la población se encuentra parcialmente inmunizada con una dosis, y cerca del 30% con ambas dosis. Si bien el plan del Gobierno es llegar a septiembre con un 60% totalmente inmunizado, el ritmo de la campaña electoral está llevando a tomar medidas sin respaldo científico real.

La vuelta a la presencialidad total en las escuelas, más el anuncio del regreso a los partidos de fútbol con público son dos buenos ejemplos. Si en países dónde más de la mitad de la población se encuentra vacunada la variante Delta está tomando mucha fuerza: ¿qué podemos esperar nosotros que contamos apenas un 30% con segunda dosis? Aún en caso de llegar al 60% (que con las cifras de vacunación, no sería un disparate), seguiríamos estando en peligro.

Las vacunas están demostrando que son efectivas. En EE.UU., el 99,9% de los vacunados que se infectan no presentan problemas graves. Pero la variante Delta, aún sin causar síntomas, se transmite entre personas vacunadas. La circulación del virus entre vacunados y no vacunados es además un caldo de cultivo para la formación de variantes más fuertes. Quien aún no recibió una vacuna o quién se niega a hacerlo es un peligro tanto para sí mismo, como para los demás.

A su vez, al circular entre vacunados, la variante Delta se vuelve un enemigo aún más “invisible”. Para peor los testeos cada vez escasean más y en algunos casos ya ni siquiera se le hacen a los contactos estrechos.

 

 Salir del COVID -19 requiere otras políticas

 

Nadie que esté en su sano juicio está contento con las restricciones. A las complicaciones económicas que trajo la pandemia a muchas familias se suman todas las consecuencias que ha tenido en la salud mental o en la educación. Entendemos a compañeras y compañeros que quieren volver a la normalidad.

Pero no podemos volver a la normalidad si eso nos pone en una situación de riesgo total. Los ejemplos expuestos arriba de los países que empezaron a abrir hablan por sí solos. En ese marco, las aperturas que propone el Gobierno son muy peligrosas. 

Por eso seguimos planteando la necesidad de anular las patentes para acelerar la producción e inoculación de las vacunas necesarias, tanto para la Argentina como para otros países de la región. Esto no es solamente una medida de solidaridad con nuestros hermanos y hermanas latinoamericanos, también es una medida para garantizar que dejen de surgir variantes más peligrosas. La vacuna debe ser obligatoria para no dar lugar a los discursos negacionistas.

Es necesario también testear masivamente para detectar la incidencia real de la variante Delta y aislar a los contagiados antes de que se conviertan en focos, tengan síntomas o no, estén vacunados o no.

No vamos a salir del coronavirus si el Gobierno, ante las elecciones y apurado por los empresarios y sus oponentes de Juntos, prioriza medidas al parecer “simpáticas” para relajar los controles, aunque eso conlleve un eventual nuevo brote. Es necesario seguir cuidándonos, vacunarnos en cuanto podamos y organizarnos para exigir al Estado y a las patronales que garanticen todas las medidas sanitarias y protocolos que necesitemos. 

 

 

No al apriete de la UIA

 

Desde hace cerca de un mes, los empresarios nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA) entraron en el debate sobre la vacunación. La propuesta que hicieron se resume en «quien no se quiera vacunar, que no cobre«. O sea, poder suspender sin goce de sueldo a aquellos trabajadores que no quieran recibir la vacuna. Así, dicen, se evitaría poner en riesgo el lugar de trabajo.

Como hemos planteado desde artículos anteriores, nuestra posición es que la vacuna debe ser de todos y todas. Pero estamos tajantemente en contra de que los empresarios se conviertan en «jueces» de la vacunación. 

La hipocresía llega a tal punto que se muestran preocupados por no formar focos de contagio. Pero no era ésta su preocupación cuando retomaron toda la producción en los peores momentos de la pandemia. Cuando muchos no invirtieron en los elementos de protección necesarios y otros tantos ni siquiera reconocían el día de vacunación, aunque lo diga la Ley.

Lo que preocupa a la UIA es tener que pagar licencias, no las cifras de vacunación. La historia de siempre, las ganancias frente a la vida de los trabajadores.