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LAS LUCHAS OBRERAS, LA VANGUARDIA Y LOS DESAFÍOS PRESENTES

Las luchas enfrentan el proyecto de Pacto Social, es decir, la alianza entre patrones, gobierno y burocracia sindical. En ellas está surgiendo una vanguardia que, habiendo votado al actual gobierno, está decepcionada. Apostamos a su desarrollo.

Desde el inicio, Fernández dejó en claro su estrategia: un Pacto Social con empresarios y sindicatos. Todas las medidas que fue tomando, estuvieron orientadas por ese objetivo.

Cada vez que sus iniciativas molestaron al empresariado, el presidente retrocedió. Es la lógica de hierro del Pacto Social. Para que se concrete, es necesaria la concurrencia de los capitalistas. Y ellos tiran cada vez más de la cuerda. Y Fernández les otorga lo que piden al menor gesto de rechazo.

Esta realidad y la expectativa en el Gobierno, en el marco de la pandemia, llevó a un impasse en la clase trabajadora. Sorprendida, no pudo reaccionar ante los ataques. Las luchas aisladas que se dieron ante los despidos, las condiciones laborales  y otros ataques, no alcanzaron para parar la ofensiva patronal, avalada por todas las centrales y el propio Gobierno, con el silencio cómplice de Cristina. No solo ataques económicos, sino represión cada vez que hubo intentos de resistir.

De la sorpresa a la lucha

Las luchas aisladas que se fueron dando al inicio fueron silenciadas y combatidas por los dirigentes sindicales. Penta, Bedtime, La Nirva, junto a fuertísimas luchas de los petroleros en el interior, o de los estatales en Chubut, se desarrollaron con el Gobierno trabajando para el patrón.

En muchas fábricas y empresas no se decidían a salir a pelear, porque desde el vamos se veía que era “contra todos”. Que no habría apoyo de los sindicatos, ni del Gobierno que habían votado.

Pero la necesidad comenzó a empujar nuevos conflictos, que se fueron ampliando, como una mancha de aceite. Se empezaron a dar luchas de gremios enteros, de seccionales estatales de las provincias. Se fueron radicalizando los métodos de la pelea. Sin dejar de estar aislados por la traición de la CGT y CTA, fueron tonificándose.

Se sumaron nuevos sectores, por fuera de los sindicatos, como los trabajadores de la salud a través la Interhospitalaria y numerosas coordinadoras y organizaciones de base, los trabajadores de reparto, precarizados y olvidados por los sindicatos, los compañeros de LATAM. 

Diferentes sindicatos provinciales (como ahora ATE Buenos Aires) se suman a la pelea ante la bronca de sus bases. Choferes de Rosario, Córdoba, Paraná, o en Matanza por los crímenes. Ahora, petroleros de refinerías, así como distintos sectores en todo el país.

La miseria, la rebaja salarial, la amenaza de despidos, el COVID-19 escondido detrás de cada máquina, están forzando a los trabajadores a extender su lucha.

Junto a eso, iniciaron luchas populares. No alcanzó con la miseria del IFE, ni las toneladas de alimentos. La “costura” se rompió por el lado de la vivienda. Las tomas de tierras se expandieron por todo el país, en un proceso que cuestionó la propiedad privada.  Y que amenaza ampliarse.

¿Cómo son estas luchas y su vanguardia?

Cada pelea enfrenta, en los hechos, al Pacto Social, el proyecto del Gobierno. Eso, que al principio frenó, ahora se convierte en un factor de experiencia. Cuando se sale a la pelea, se sabe que no habrá apoyo sindical, ni gubernamental. Salimos, sabiendo que dependemos solo de nuestras fuerzas.

Las peleas son largas, duras. La paciencia obrera se va acabando. Se radicalizan las medidas. Se prepara la defensa contra la represión, como en Guernica. Se encierra al Gobernador y se prende fuego la puerta de la Gobernación en Chubut.

En algunos sectores, la pelea comienza cuestionando al sindicato, a los delegados vendidos, imponiendo asambleas, y hasta desplazándolos, como ocurrió en Rio Grande, Santa Cruz, con los compañeros de la alimentación. En cualquier circunstancia, no existe la idea de que los sindicatos serán quienes nos defiendan. Y por eso, van surgiendo, aún en pequeña medida pero creciendo, experiencias de coordinación y autoorganización.

Eso va acompañado de una experiencia política de los trabajadores con el actual Gobierno. De la esperanza se pasó a la sorpresa, y de ahí a la decepción. Es un proceso que se da en sectores amplios de nuestra clase, y se acelera donde se lucha. No es aún una ruptura completa, pero posiblemente sea el primer paso camino a eso.

Esto se expresa en el surgimiento de una vanguardia. En general, compañeros que votaron este Gobierno, pero se ven obligados a enfrentar las patronales sin esperar nada. A la cabeza, están los trabajadores de la salud: de la primera línea contra la pandemia a la primera línea para luchar. Lo siguen choferes, estatales de diferentes puntos, fábricas que salen a la pelea, petroleros y un sinfín de conflictos, tanto obreros como populares, Guernica es uno de los ejemplos. En cada pelea, hay una vanguardia que la organiza, la desarrolla y la dirige.

La vanguardia durante el macrismo generó fuertes reclamos. Sus expresiones más conocidas fueron el “día del atril”, cuando en un acto se copó el palco de la CGT y se rompió el atril de donde hablaron los burócratas, y la batalla del 18 de diciembre del 2017 que frenó la Reforma Laboral y Previsional e inició el declive de Macri, o la fuerte movilización de los pañuelos verdes. Pero esa vanguardia tuvo una característica. Su lucha, aunque enfrentaba en los hechos la traición de los sindicatos y centrales, así como el freno del kirchnerismo, no chocaba de frente con su expectativa política. Luchaban y a la vez cantaban “vamos a volver”.

Ahora, cada pelea choca directamente con el Pacto Social, la política central del Gobierno. Es decir, se trata de una vanguardia que, aunque inexperta, va dando pasos hacia la ruptura política con los diferentes sectores de la alianza de Gobierno.

Los desafíos que nos esperan

Es preciso apoyar, fortalecer y  acompañar las luchas y a esta vanguardia que está surgiendo. Para colaborar con sus luchas, desde adentro de cada fábrica y desde afuera. Enfrentando las maniobras y ataques de la burocracia, así como la política electoralista y a la vez sectaria del FIT-U.

Organizar con ellas la autodefensa, la necesidad de desarrollar comités de lucha en las peleas, para incorporar a todo el activismo, la democracia de base y las asambleas. Junto a la coordinación con todos los que luchan, con las fábricas vecinas, con los demás gremios, más allá de los estrechos y burocráticos marcos legales sindicales.

Sin dejar de reclamar a las centrales que se pongan a la cabeza, incentivar la desconfianza en los dirigentes traidores y la necesidad de una nueva dirección y organizaciones obreras diferentes a las que tenemos.

A la vez, fraternalmente, ir debatiendo con estos compañeros la necesidad de una herramienta política diferente, el rechazo al “Pacto” con los patrones, la independencia de la clase trabajadora.  Y no solo ni fundamentalmente para las próximas elecciones (falta mucho), sino para cada día de lucha obrera.