other

NECESITAMOS UN PROGRAMA DE EMERGENCIA

La tan anunciada segunda ola de contagios parece estar llegando. El pasado viernes, los nuevos casos detectados llegaron casi a 13 mil.
La nueva cepa de Manaos, que todos los datos indican que es más contagiosa y más letal, comienza a aparecer en distintos puntos del país.
La situación no es distinta en los países vecinos. En Paraguay el colapso sanitario y la falta de vacunas provocaron que el pueblo saliera masivamente a la calle. En Chile, pese a ostentar el mayor porcentaje de población vacunada de la región, se acaba de confinar al 70% de la población. En Brasil la política negacionista de Bolsonaro está provocando una masacre que lo ubica en el primer puesto en muertes diarias a nivel mundial.

El Gobierno no puede con la crisis

Frente a ese panorama, el Gobierno analiza nuevas medidas. Suspendió los vuelos desde Brasil, Chile y México y analiza restringir la circulación en determinados horarios.
Ninguna de esas medidas será de total utilidad frente a un virus que no tiene horarios y que desde hace tiempo circula en nuestro país.
De hecho, medidas como el reciente regreso a la presencialidad en las escuelas, atentan contra la salud. No sólo por el foco de contagios que representan y que los gobiernos de diferentes colores políticos siguen negando. También por el aumento del caudal de usuarios en el transporte público, que ya volvió a los niveles de hacinamiento de siempre.
Los medios masivos de comunicación jugaron un rol. Empujaron a la opinión pública hacia el retorno a la presencialidad. El objetivo era terminar con las licencias que tenían madres y padres de cuidado de sus hijos.
Alberto Fernández repitió en miles de oportunidades que él cuidaría de la salud de los argentinos. Pero no dudó un solo segundo en levantar la cuarentena y abrir actividades de forma indiscriminada cuando comenzaba el pico de contagios durante la primera ola.
La fase empresarial de la cuarentena implicó miles de muertes evitables. El gobierno dejó que la gente se expusiera. La miseria y el hambre empujaron a muchos sectores a la informalidad. La única medida que tomaron al respecto, el IFE, era totalmente insuficiente. Mientras las empresas siguieron ganando y los ricos se hicieron más ricos.
La realidad nos dice que con esta segunda ola, las cosas no parece que vayan a ser distintas.

Las vacunas no alcanzan

La carta salvadora es la vacuna. Pero el plan de vacunación avanza muy por detrás de las necesidades. Poco más del 5% de la población del país recibió recién la primera dosis. Y las dosis que quedan no alcanzan para mucho más.
La decisión de retrasar la segunda dosis para priorizar la aplicación de la primera es totalmente insuficiente. Más teniendo en cuenta que algunas vacunas como la Sputnik V cuentan con dos dosis con compuestos totalmente distintos.
El problema supera ampliamente a la Argentina. Las empresas farmacéuticas han priorizado el envío de vacunas a los países más pudientes, que compraron muchas más vacunas de las que necesitan. Un puñado de estados que concentran tan sólo al 16% de la población mundial han acaparado un 60% de la oferta mundial de vacunas, dice un estudio de la Universidad de Duke. Según un estudio publicado por la organización Médicos Sin Fronteras, para el año 2022 tendrá acceso a la vacuna tan sólo un quinto de la población mundial.
Esta desigualdad se ve con claridad por ejemplo con la vacuna de AstraZeneca, que es producida por un laboratorio ubicado en Garín, en la zona norte del conurbano bonaerense. En este establecimiento de la multinacional mAbxience se pueden producir hasta 25 millones de dosis en un mes. Pero luego son llevadas a envasar a México y a EEUU, y hasta ahora no ha llegado ni una sola dosis de vuelta.
Aunque las vacunas sean un bien necesario para la humanidad. Aunque estados y universidades han invertido en su desarrollo. Las patentes, la propiedad sobre la fórmula de las distintas vacunas está en manos de las empresas farmacéuticas. Y a éstas nada les importa más que amasar una gran fortuna, aún a costa de la salud del pueblo.

Está en nuestras manos evitar una masacre

Las patentes representan una traba hoy para la producción en masa de vacunas al nivel de las necesidades. Esto es señalado incluso por gobiernos como el de la India y Sudáfrica, que presentaron un pedido a la Organización Mundial del Comercio, respaldado por más 100 países (Argentina entre ellos), para anular la propiedad intelectual sobre las vacunas.
Mientras tanto, más de 100 organizaciones y personalidades como Nora Cortiñas han pedido al Gobierno que suspenda el envío a México de los compuestos de la vacuna producida aquí. Al menos hasta que no comience la entrega regular de las vacunas ya envasadas.
Esta propuesta va en buen camino. Pero necesitamos un plan más a fondo para que el pueblo trabajador no sufra una catástrofe a manos del coronavirus.
Para empezar, hay que suspender las clases presenciales y toda otra actividad que pueda ser considerada como un foco de contagio y no sea totalmente esencial.
Hay que poner en marcha un plan de salud de emergencia. Que se estaticen todas las clínicas y laboratorios y privados y que funcionen bajo control de sus trabajadores. Que no se pague ni un peso a la deuda externa para destinar esa plata a salud.
El Gobierno adhiere al pedido de anular las patentes. Pero ninguno de los firmantes está haciendo nada para que ese pedido se efectivice. Es necesario avanzar. Quebrar las patentes de las vacunas.
Esto no es ninguna novedad. Se ha impedido el patentamiento de la insulina en 1922. Los inventores del procedimiento para fabricar penicilina se han negado a patentarla. Sudáfrica quebró las patentes de los retrovirales en 1997 frente al avance del VIH. Y así podemos encontrarnos con más ejemplos a lo largo de la historia.
Quebrar las patentes permitiría masificar la producción de las vacunas. Si en la planta de mAbxience en Garin se pueden producir hasta 25 millones por mes, con el equivalente a 10 veces la planta se podría inmunizar a toda América Latina en 5 meses.
Para lograr todo esto es muy importante la movilización con la más amplia unidad. Las centrales sindicales deben empezar ya mismo a organizar ésta pelea.