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¡No al pago de la deuda externa!

El anuncio de Macri sobre un acuerdo por U$S 30 mil millones con el FMI provocó estupor entre los trabajadores que recuerdan el saqueo previo al 2001, ordenado por tal organismo. Y aunque sus ministros insistan en que el Fondo no es el mismo de hace 20 años, el sentimiento del pueblo trabajador está en lo cierto: nacido tras la II Guerra Mundial, la función del FMI es manejar las políticas económicas de los países, en función del interés de los sectores más ricos del planeta, y en perjuicio de los derechos de los trabajadores y la soberanía de nuestros países, a los que las políticas del FMI empujaron a un estado casi colonial.
En nuestro país, si bien existieron varias situaciones de endeudamiento a lo largo de la historia, el FMI y la actual deuda externa aparecen después del golpe de 1955; y fueron ocupando un lugar cada vez más central con cada golpe militar; hasta que en la última dictadura el endeudamiento dio un salto, y el poder del FMI también, al estatizar la deuda externa de empresarios privados. Estas maniobras dejaron en evidencia la ilegitimidad, ilegalidad y fraudulencia de la deuda externa, características que el periodista Alejandro Olmos demostró en una investigación que terminó con una denuncia ante el juez Ballesteros, quien la avaló judicialmente en el año 2000; fallo que los sucesivos gobiernos ignoraron hasta la fecha.
Así, y aunque nunca se fue (ni con el falso “desendeudamiento” K); la crisis económica nacional y mundial hacen que el FMI quiera intentar exprimirnos de nuevo, con la colaboración del entreguismo del gobierno de Cambiemos. Y como en el glorioso 2001, el pueblo trabajador debe derrotar con su lucha a su viejo enemigo.

¿Qué es el FMI?

El Fondo Monetario Internacional o FMI (en inglés: International Monetary Fund) es una organización financiera internacional con sede en Washington D. C., Estados Unidos. Nace en 1944 en los acuerdos de Bretton Woods, una reunión de 44 países aliados de la Segunda Guerra Mundial. Desde 1976 y con la desaparición del sistema de cambio fijo, el FMI asume un papel líder en el capitalismo ante países en desarrollo y crisis financieras internacionales. Los países socios aportan cuotas y en 2010, los fondos financieros disponibles del FMI eran de U$S 755.700 millones.
Esta organización es muy custionada y repudiada en las últimas décadas por el papel dominante de los países más desarrollados dentro del organismo, originando que el FMI oriente sus políticas globales imponiendo a los países en vías de desarrollo (y más recientemente a algunos países europeos como Grecia) sus programas económicos de explotación de trabajadores, recursos y empobrecimiento. Sus préstamos son a cambio de aplicar estos programas promocionados en el Consenso de Washington —reducción del déficit y del gasto público—, las políticas monetaristas y el capitalismo explotador, provocando un aumento de millones de pobres. Con un empeoramiento de los servicios públicos, como la salud y la educación. El FMI está acusado además por haber apoyado y financiado a las dictaduras militares en Latinoamérica y África y la injerencia en estos procesos de los países imperialistas.

¿Qué pasa si pagamos?

El Fondo exige una serie de condiciones para realizar un préstamo, entre las cuales se encuentran reducir el déficit fiscal, achicando el gasto público y avanzar con las reformas estructurales. Por más que intenten disfrazar al FMI como algo “nuevo”, que ahora se “preocupa por los más necesitados”, se lee muy bien que lo que piden es más ajuste, más reforma laboral, más recortes a educación, salud y energía.
Más deuda y más pago es menos plata para las necesidades del pueblo. Estudios del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda señalan que con los intereses pagados por Lebacs en los últimos dos años y medio, se podrían hacer, por ejemplo, 9.513 escuelas, 438 hospitales, 146 Centales Atucha o pagar 57 millones de jubilaciones mínimas. El Gobierno es campeón en invocar el déficit fiscal a la hora de justificar los tarifazos y tomar deuda ¿Pero a donde se va la mayor parte de la plata del estado para tener semejante déficit?
El pago de intereses de vencimientos de deuda es el segundo gasto en importancia dentro del presupuesto 2018, luego del de seguridad social que recibe aporte de trabajadores y patronales, votado en el Parlamento (con el visto bueno de muchos diputados y senadores kirchneristas), y refleja el 60% del déficit fiscal. En criollo, nos endeudamos porque nos falta plata para pagar y nos falta plata porque seguimos pagando con intereses altísimos y usureros, formándose un círculo vicioso interminable.
El kirchnerismo también es partidario del pago en tiempo y forma a estos piratas financieros. Se intenta hacer del pago de la deuda un acto soberano. Así levantaron a Néstor pagándole al FMI en el 2005, o a Cristina llamándose a si misma “pagadora serial”. Con ese discurso, lo que es el pago de una estafa al pueblo argentino, busca disfrazarse de lucha por la independencia.
Tanto el Gobierno de Macri, como los anteriores, han puesto su prioridad en cumplir punto por punto con los compromisos hechos con estos usureros financieros, llámense FMI, Banco Mundial, Club de París o Fondos Buitre. Con lo destinado a pagar esa deuda se podría haber desarrollado la industria pesada, el transporte, la educación, la salud, la ciencia, generando cientos de miles de puestos de trabajo, reduciendo efectivamente la pobreza y así haber dado un paso gigantesco en el crecimiento de nuestro país y su calidad de vida.
Pero como siempre, la prioridad de los gobiernos es beneficiar los negocios de los bancos y las multinacionales, a costa del hambre del pueblo. En conclusión, a mayor pago de deuda, más miseria para nuestras familias.

¿Qué pasa si no pagamos?

Al hablar de no pago de la deuda suelen agitarse algunos fantasmas, hablando de invasiones militares, aislamiento y sanciones económicas. O quieren apelar a santificar las deudas. Porque claro, si uno tiene una deuda, la tiene que pagar. Estos argumentos no son más que intentos de vendernos gato por liebre.
En primer lugar, no hay que olvidar que la deuda externa tiene poco de legítima y mucho de fraudulenta.
En segundo lugar, la Argentina ya dejó de pagar su deuda en una ocasión. En el 2001, cuando el mismo FMI con la ayuda de los gobiernos locales hundieron nuestro país, y el pueblo contestó con una revolución que originó una crisis por la que pasaron cinco presidentes en una semana, la deuda dejó de pagarse hasta 2005. ¿Nos invadieron? No ¿Quedamos aislados? No.
Lo que si sucedió es que gracias al no pago (en conjunto con un alza en los precios de los commodities como la soja y el petróleo) permitió una leve recuperación económica que significo una recuperación en la calidad de vida de los trabajadores. Esto fue posible gracias a la revolución popular del 2001, y no gracias a la “bonanza” de los gobiernos Kirchneristas, que apenas pudieron retomaron el pago responsablemente a sus amos imperialistas.
También en Ecuador, por ejemplo, en el 2008 se cesó el pago de la deuda y tampoco hubo ninguna intervención militar yanqui.
Las famosas sanciones muchas veces consisten en limitaciones para obtener créditos de estos organismos ¿Pero para que queremos más créditos de bancos piratas que solamente quieren saquear nuestras riquezas?
Claro que un país que se declara en rebeldía frente a los calendarios de pago es un molesto piquete de mosquito para el FMI y compañía. Un mosquito que pueden intentar aplastar. Pero una rebelión de los trabajadores contra este robo debe necesariamente trascender las fronteras nacionales.
Con la solidaridad de trabajadores del resto de América Latina y el mundo, que son igualmente saqueados por estos Robin Hoods invertidos (les sacan a los pobres para darle a los ricos), el piquete del mosquito se transforma en una herida mortal para el imperialismo, las multinacionales y los grandes bancos.
El no pago de la deuda no sólo es una opción, sino es una necesidad de los trabajadores para que nuestras familias vivan dignamente. Y es por medio de la organización, la lucha y la solidaridad internacional que podemos conseguirlo.