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¿Por qué el PSTU no firmó el documento que se leyó en Plaza de Mayo?

Este día, que conmemora el asesinato en 1960 de las hermanas Mirabal, militantes contra la dictadura de Trujillo en República Dominicana, llegó a Argentina y a toda Latinoamérica en un contexto de planes antiobreros y represivos que atacan a los trabajadores y a los pueblos y de una tenaz resistencia de éstos que los enfrentan con todas las armas que tienen a mano.

En nuestro país, 2017 quedó marcado por las masivas jornadas del 6,7 y 8 de Marzo, por el Paro Nacional del 6 de abril, por las enormes movilizaciones democráticas del 24 de Marzo, contra el 2X1, del 3 de Junio (Ni Una Menos), exigiendo Justicia por Santiago Maldonado y ahora por Rafael Nahuel.

Ni el empeño de meter a los trabajadores en la carrera de las elecciones nacionales, ni las traiciones repetidas de los popes gremiales,  lograron anular la voluntad de pelea.

En este momento, el Plan Macri con su Reforma Laboral y su paquete de reformas amenaza a la clase trabajadora, especialmente a sus sectores más oprimidos: mujeres, LGBTs, inmigrantes, miembros de pueblos originarios.

En este momento, más que nunca, se necesita la unidad obrera y popular para enfrentarlo en la calle. Para eso es preciso obligar a la CGT y a las CTA a convocar una Huelga General y un Plan de Lucha, que derrote a la Reforma Laboral y a todas las reformas de Macri.

Esas reformas que no harán más que acrecentar  la ola de violencias desatadas contra las mujeres y el resto de los oprimidos: femicidios y travesticidios, abusos y violaciones, pedofilia, prostitución y trata, desocupación, salarios y jubilaciones de hambre (menores todavía para las mujeres), trabajo precario, muerte o cárcel por abortos clandestinos e inseguros.

Construir la unidad en la acción, entre agrupamientos que difieren en sus posiciones políticas y en sus métodos, es un trabajo que requiere firmeza y paciencia. Desde el PSTU reivindicamos ese esfuerzo que hacemos decenas de agrupaciones para preparar los 8M, 3J y 25N, desde el primer 3J de 2015. Fuimos parte de todas esas convocatorias, incluso de la última, para conmemorar el 25N, que se organizó para el día 24, participamos de la marcha común y compartimos la enorme mayoría de los reclamos que en ellas se levantaron.

Queremos explicar por qué, a pesar de eso, Lucha Mujer y el PSTU, no adherimos ni firmamos el documento que se leyó en Plaza de Mayo el pasado 24 de Noviembre.

Un documento no puede reflejar una realidad tan diversa

En principio reafirmamos nuestra postura sobre el tipo de material a elaborar. Sostenemos que  no es posible acordar un documento común entre tantas agrupaciones con diferencias de método, políticas y estratégicas. O sea, agrupaciones que compartimos el objetivo de luchar contra el machismo y contra la opresión de la mujer, pero que diferimos en cómo hacerla pelea, qué camino seguir, quiénes deben dirigir esa pelea.

Por eso propusimos un texto con bloques de consignas en las que sí, podríamos acordar, porque son las que reflejan las necesidades concretas que nos unen en la lucha.

Lamentablemente todas las veces la mayoría acordó hacer un documento común. 

¿Hermandad de género o de clase?

El documento acordado este 25N refleja sorprendentes coincidencias estratégicas entre partidos y organizaciones que defienden el capitalismo (kirchneristas, la gran mayoría de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal y Gratuito, y otras agrupaciones feministas, por ejemplo) y partidos que se reivindican trotskistas (los del FIT, el Nuevo Mas, el MST, por caso), mezcladas con confusos consensos.

Las compañeras dicen, por ejemplo:

“Abajo el patriarcado, el capitalismo, el imperialismo y el colonialismo (…)

Queremos una vida libre de violencia machista y una sociedad nueva libre del patriarcado, el capitalismo, el colonialismo y el imperialismo (…) Compañeras y hermanas de todo el país y de América Latina decimos: ¡Basta de violencia machista y patriarcal! (…)  ¡Juntas unimos nuestras voces en un grito de guerra contra el patriarcado! (…) Contra toda forma de explotación y opresión, llamamos a nuestras hermanas de todo el mundo a seguir luchando en forma independiente de todos los gobiernos de turno (…)”

 

Se ve aquí que la estrategia en la que coinciden las compañeras kirchneristas, las agrupaciones feministas y casi toda la izquierda,  es que la lucha por la liberación de las mujeres triunfará si es liderada por un movimiento de mujeres, ya que a “todas las mujeres hermanadas” nos uniría un objetivo central: la destrucción del patriarcado.

Nosotros, socialistas, no creemos que haya varios sistemas paralelos contra los que hay que luchar, como plantea el documento: “el capitalismo, el patriarcado, el imperialismo y el colonialismo”. Para los marxistas hay un solo sistema el capitalismo, que se constituyó en un sistema de saqueo y rapiña imperialista hace 100 años y que hoy, ante la crisis económica mundial, intenta recolonizar países y continentes. 

Por otra parte,  el marxismo considera que la opresión de la mujer y las demás opresiones son anteriores al capitalismo, pero que este sistema ha potenciado más que ninguno en la historia el uso de las todas las opresiones, incluso ha creado nuevas formas de opresión, al servicio del fin que lo mueve: la explotación de la clase trabajadora para obtener ganancias. Es decir, las opresiones están subordinadas a la explotación, que es el pilar del sistema capitalista. Para acabar con la opresión debemos derribar este sistema de explotación que es el que la da sustento a esa desigualdad.

Lo anterior es incompatible con el reconocimiento de la existencia del patriarcado, que implicaría colocar una línea divisoria vertical en la sociedad: los hombres de todas las clases sociales (opresores) por encima de las mujeres de todas las clases sociales (oprimidas).

Aunque todas las mujeres somos oprimidas, es incomparable la situación de María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich o la misma Cristina Kirchner, que viven en lujosas casas, se atienden en sanatorios privados y envían a sus hijos a escuelas y universidades exclusivas y carísimas, con la de las obreras y obreros despedidas/os de Pepsico o las/os mapuches reprimidas/os por la Policía, la Gendarmería y la Prefectura en Lago Mascardi, solo por reclamar un pedazo de tierra donde vivir. Por eso para el marxismo lo determinante son las clases sociales.

El documento se dirige a todas las mujeres como “hermanas”. ¿Es posible la “hermandad de todas las mujeres”? ¿Es posible que un movimiento de todas las mujeres, de las ricas que nos explotan con las obreras explotadas obtenga la liberación de las pobres, de la mitad de la humanidad trabajadora?

El PSTU y la LIT-CI lo cuestionamos. Defendemos, en cambio, la “hermandad de clase” : organizar a las mujeres  trabajadoras como vanguardia de una lucha del conjunto contra la opresión de las mujeres y contra la explotación de toda la clase trabajadora, con un programa independiente de los patrones, socialista, que enfrente y destruya al sistema capitalista-imperialista.

Forzar un documento común lleva a consensos absurdos

Un ejemplo clarificador de esto es la firma conjunta de organizaciones con posiciones irreconciliables como son las abolicionistas, que denuncian a la prostitución como una violación a los derechos humanos, y la organización AMMAR que se autodenomina como sindicato de trabajadoras sexuales, que reivindican la prostitución e incluso minimizan el flagelo de las redes de trata.

El documento resuelve esa incompatibilidad con una simple enumeración de las dos posturas. Dice, por ejemplo: “Basta de represión, persecución, abuso y extorsión a las trabajadoras sexuales y a las mujeres en situación de prostitución”

Por la más amplia unidad de acción para luchar contra la opresión de la mujer

Las anteriores son las principales razones por las que Lucha Mujer y el PSTU, no firmamos el documento que se leyó en la Plaza de Mayo.

Nuestra organización internacional, la LIT-CI, defiende con Clara Zetkin ( la gran impulsora del Día Internacional de la Mujer Trabajadora),  Lenin y Trotsky, que la liberación total de las mujeres trabajadoras no es posible sin terminar con la explotación capitalista, y en particular sin una economía planificada que socialice el trabajo doméstico y las tareas de cuidado, con guarderías jardines maternales y de infantes, institutos de ancianos, restaurantes, lavaderos gratuitos y a cargo del estado, que erradique el flagelo de la prostitución y genere trabajo genuino y social para todas las mujeres.

Es lo que hicieron hace 100 años los bolcheviques  con la Revolución Rusa.  Y hoy como entonces, esa tarea sólo la puede llevar a cabo la clase trabajadora, construyendo un programa y un partido obrero y revolucionario, que haya tomado la tarea de combatir el machismo en su interior, que haya hecho parte de su programa la tarea y consignas de la liberación de las mujeres y los demás oprimidos, y que cuente, entonces, en sus filas, con las dirigentes políticas mujeres, capaces de movilizar a la inmensa masa de las mujeres trabajadoras y de los sectores populares.

Pero a pesar de nuestras diferencias, en las luchas concretas, nosotros peleamos por  la más amplia unidad de acción con todas las corrientes y activistas que quieran luchar contra la opresión de la mujer. En particular, creemos que a pesar de las posiciones divergentes que podamos sostener, esa unidad es fundamental para sumar fuerzas y derrotar la Reforma Laboral y todas las reformas de Macri.