other

¿SALARIO BÁSICO UNIVERSAL O TRABAJO GENUINO?

Desde hace tiempo, existe un ataque constante a los sectores de desocupados/as, que los medios identifican despectivamente como “piqueteros”. Desde el intento de prohibir los piquetes o denunciarlos como el legislador de CABA, Ramiro Marra, ligado al libertario de derecha Javier Milei, hasta los últimos dichos de Cristina, diciendo que hay que quitarles a los dirigentes barriales la “tercerización” de los planes sociales. Y que ellos son fruto de las políticas neoliberales de los 90. 

 

Los movimientos sociales, los piqueteros, las organizaciones de desocupados/as, sí son “hijos” del neoliberalismo. Sin embargo, luego de tres gobiernos peronista-kirchneristas, el macrismo y el gobierno del Frente de Todos, actualmente se cuenta con alrededor de 1 millón y medio de planes sociales. ¿El neoliberalismo ganó?

 

En un sentido sí. Desde la instauración de la última Dictadura Militar existen políticas neoliberales en el país de destrucción de puestos laborales, eliminación de la industria nacional y flexibilización, que se siguió implementando y profundizando con las privatizaciones en los años del peronista Carlos Menem. Si bien durante los años de kirchnerismo hubo una reducción de planes sociales, como señala Cristina en su discurso, y hubo crecimiento del empleo registrado, eso no llegó nunca a los niveles previos.  

 

En la inscripción al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en 2020 y 2021, se anotaron alrededor de 11 millones de personas en edad laboral que solicitaron al Estado un acompañamiento y ayuda económica

 

El mito de los planeros

 

Existe un mito fomentado por los sectores patronales y oligarcas e inflado por los medios de comunicación de que existen personas conocidas como “los planeros”. Personas que “se embarazan por un plan”, que “no laburaron nunca y viven del Estado”, y que “los trabajadores en blanco mantienen vagos”. Sin embargo, cualquiera que haya acompañado una marcha de movimientos sociales, pateado un barrio, asistido a un comedor popular o al menos visto una entrevista en los medios hecha a estos sectores, puede intuir que ese sujeto es algo artificial y armado para dividirnos entre trabajadores/as

 

En los barrios populares la gran mayoría de las personas trabajan. Están las costureras, peluqueras, los changarines, albañiles, carpinteros, cartoneros y un sinfín de oficios. Gente que se la rebusca como puede porque el mercado laboral y el Estado capitalista las ha dejado por fuera del acceso al empleo registrado. 

 

Cristina se pregunta ¿por qué tenemos un millón y medio de planes? Porque no existe acceso a trabajo formal para millones de trabajadores en edad de hacerlo. Y porque no han existido en décadas planes de acceso. Entonces tenemos hoy en día generaciones enteras que no han podido tener jubilación, obra social, empleo formal. Por eso estos trabajadores/as precisan de acceder a los planes, porque con el esfuerzo que hacen aún así quedan muy lejos de la Canasta Básica. 

 

¿Economía popular o legalización de la pobreza?

 

La economía popular es un término acuñado por los sectores que han buscado la manera de sobrevivir en los marcos de un sistema capitalista que los ha dejado al margen. En el registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (RENATEP) hay actualmente inscriptas más de 3 millones de personas. En su gran mayoría jóvenes de 18 a 35 años y mujeres, que nunca accedieron a un empleo formal. Se trata de trabajadores/as sin relación de dependencia, precarizados, sin aportes jubilatorios, ni obra social. 

 

El crecimiento sostenido que tanto reivindica el Gobierno Nacional garantizó en los últimos 13 meses 243 mil puestos de trabajo. El propio último Ministro de Producción, Martín Kulfas, planteaba una agenda para 2030 con la que planificaba incorporar 2 millones de trabajadores/as (para ese año) a razón de 200 mil puestos de trabajo anuales. Pero tenemos más de 3 millones inscriptos en el RENATEP y 11 millones que se anotaron para percibir el IFE en 2020 y 2021. Debemos pensar que esto requiere urgencia, es ahora. 

 

Ante esto, las organizaciones que reivindican la economía popular, hablan de que ellas conforman una unidad productiva en la economía actual. Estos/as trabajadores/as cumplen muchas veces tareas fundamentales, construyen las casas en las que vivimos, garantizan comida en los comedores, se encargan de tareas domésticas. Por eso insistimos, son trabajadores/as, ultra precarizados, que se buscan el mango como pueden. Desde cartonear, hasta vendedores ambulantes, cooperativas familiares, entre otros. 

 

Estas organizaciones, como la CTEP, de Juan Grabois, integrante del Frente Patria Grande, dentro del Frente de Todos, plantean que sus ingresos se complementen con una asignación social que otorgue el Estado. Que con un plan “Potenciar Trabajo”, o el Salario Básico Universal, que apunta a cifras miserables, y que Cristina reivindicó en Ensenada este fin de semana y un empleo precarizado nos podemos ir arreglando. Pero por lo que debemos luchar, no es por una complementación, sino porque el Estado incorpore a esos trabajadores/as con derechos plenos. No podemos seguir permitiendo la exclusión y legalización de esta situación. 

 

Es necesaria una verdadera revolución para dar vuelta la tortilla, planificar, expropiar los grandes latifundios, generar nuevas ramas de la economía, bajo el control de los trabajadores/as, que permitan un fuerte impulso a la creación de puestos de trabajo. Podemos generar miles de puestos de trabajo bajo convenio en forma inmediata con un plan de obras públicas, de construcción de viviendas, escuelas, hospitales, rutas, cloacas, redes de gas y agua y reconstruyendo la red ferroviaria. Este plan se puede financiar en base al No Pago de la Deuda, la ruptura con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y altos impuestos a las grandes patronales. Y debe ser llevado adelante bajo control de los propios trabajadores/as por un Gobierno Obrero y Popular. 

 

 

Por el derecho a una existencia digna

Según los índices del INDEC la desocupación en el primer trimestre de 2022 se ubica en el 7%, el número más bajo de los últimos años.  Sin duda el crecimiento “anémico” que empezó pos pandemia tiene incidencia en esto. Pero ¿Cómo puede ser que habiendo menos desempleo haya cada vez más pobreza? Lamentablemente ya tener un trabajo dejó de ser sinónimo a no ser pobre, aun gran parte de los asalariados/as estamos por debajo de la línea de pobreza. 

Pero además ¿A quiénes considera como ocupados/as el INDEC? A toda persona que tenga una ocupación en la que haya trabajado al menos una hora, es decir que cualquier changa la consideran ocupación.  Por eso dentro de estos “ocupados” el 26,5% (3,3 millones) no son asalariados/as. La categoría de asalariados/as tampoco es garantía de derechos laborales, el 36% de los asalariados/as (3,3 millones) no perciben descuentos jubilatorios. Es decir que más de la mitad del total de los actuales “ocupados”, no tienen siquiera garantizada la jubilación. 

La desocupación es intrínseca también al capitalismo, es lo que Marx denominó “ejercito industrial de reserva” que cumple el rol de limitar las aspiraciones de los que tienen trabajo por saberse reemplazables por un ejército disponible que no lo tiene ¿Quién aceptaría ciertas condiciones laborales y salariales que hoy nos son impuestas si no existiera el temor a perder el trabajo y, por lo tanto, quedarnos sin fuente de subsistencia?

La existencia de desocupación crónica cumple un rol muy importante para las patronales y de cierta manera, los planes sociales de alguna manera contrarrestan en parte con este beneficio la situación de los desocupados/as y por eso quieren sacarlos. Hoy hay patronales que se quejan de que no consiguen trabajadores/as por los planes, pero estas patronales evidentemente quieren pagar salarios por debajo de los subsidios sociales y la existencia de los planes pone un límite a eso, por eso se quejan. Para los asalariados/as imponen al menos un piso.

¿Son los planes, en la forma que sean, la salida?

De ninguna manera. Como dice el Programa de Transición de León Trotsky:El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el obrero en una sociedad fundada sobre la explotación. No obstante, se le quita ese derecho a cada instante.” El derecho al trabajo se relaciona con el derecho a una existencia digna, y esa dignidad no se garantiza “legalizando” la precariedad y lógica de la supervivencia diaria, sino con condiciones económicas concretas. Por ello la lucha por el aumento de salarios y del mejoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores/as ocupados/as es una tarea de primer orden. Pelear solo por planes es resignarse a sobrevivir, es un paliativo, pero nunca una estrategia. 

Así como los efectos de la inflación se pueden combatir realmente mediante los aumentos salariales indexados a inflación mensual, la desocupación se puede combatir mediante la escala móvil de horas de trabajo ¿Qué es esto? Que el trabajo se reparta entre todos los/as trabajadores/as disponibles para hacerlo. ¿Por qué tiene que haber gente que se mata trabajando todo el día y gente que vive en la pobreza extrema por falta de trabajo?  Las horas extras, que todos queremos agarrar porque los sueldos no alcanzan, en verdad cumplen un rol muy nocivo: por un lado, acostumbran a los sueldos bajos, por el otro cubren producción a las empresas en lugar de que contraten nuevos trabajadores/as. Si trabajáramos todos 6 horas, con sueldos no menores a la canasta familiar, tanto el problema salarial como el del empleo podrían solucionarse.