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Sigamos organizando la resistencia

Desde diciembre del 2017, los trabajadores y el pueblo han dado muestras que a pesar de las ofensivas represivas del gobierno de Macri y las medidas económicas que continúan con los despidos, los aumentos de tarifas, el tope a las paritarias.
Aun así, los trabajadores y sus familias siguen luchando, siguen en las calles y como pueden y donde pueden lo hacen de manera decidida con una premisa justa: que a este gobierno no se le puede dar tregua.
Por Daniel Ruiz

Pero eso no es justamente lo que piensan los dirigentes sindicales, justamente porque a la hora de arriesgar no es lo mismo, ya que muchos dirigentes se han enriquecido a costa del laburante, en cambio a nosotros solo nos queda luchar por tratar de sobrevivir, de no resignar ninguna conquista, no dejar pasar por alto ningún despido y suspensión, pero para los dirigentes hay otros motivos que hacen vacilar en muchos casos, a traicionar en otros y dar tregua al gobierno.

Una rebelión en las bases

Esto que está pasando es sin duda una verdadera rebelión en la familia obrera, que ha visto que en los últimos años no solo ha perdido poder adquisitivo, sino que los despidos han tocado directamente a los trabajadores.
Es por ello que en cada fábrica, yacimiento o barrio la bronca contra el Gobierno y la traición del Triunvirato de la CGT se torna en una presión que busca salir a luchar con las herramientas que tiene a alcance.
Desde diciembre son miles los trabajadores movilizados contra los despidos y el plan económico, del pacto fiscal que condena al hambre a los estatales de las provincias.
Tenemos que lograr organizar toda esa bronca, entendiendo que necesitamos pasar por encima de los dirigentes y los límites que nos impone el Ministerio de Trabajo, debemos desconfiar de todo dirigente porque la fuerza está en las asambleas y la organización colectiva.

Un proceso de reorganización y el rol de las cúpulas.

En el interior y en zonas de Buenos Aires, esta situación se torna explosiva y los sindicatos tienden a coordinar acciones, formando nucleamientos como el movimiento sindical rosarino, el encuentro sindical de la Patagonia, mesas entre la CTA y CGT regionales, etc.
Sin embargo a pesar de avance, estos agrupamientos tuvieron una política de contener el proceso de lucha, no lo desarrollaron ya que esa rebelión de las bases no se reflejó en organización concreta, y eso es porque a pesar que las cúpulas toman una parte del reclamo de los trabajadores de salir a luchar y el llamado a la unidad lo hacen desde arriba no desarrollando encuentros de delegados y activistas de todos los gremios y barrios, que hagan asambleas en sus lugares de trabajo para llevar mandatos de bases y desde allí concretar acciones firmes hacia el paro general y el programa obrero alternativo.

21F una marea obrera movilizada, sin anuncios de plan de lucha.

Para muchos el 21 de febrero fue un hecho histórico, que no solo movilizó a cientos de miles de trabajadores, sino que también fue el que decreto la muerte del triunvirato de la CGT, la alianza de Moyano, las CTA y los movimientos sociales pusieron un nuevo actor entre el gobierno y la resistencia del movimiento obrero.
Sin embargo, la caída del Triunvirato se comenzó a gestar el pasado 7M del año pasado, que culminó el 18 de diciembre, es allí donde se expresó la rebelión de las bases que dicen ¡Basta de tanto ajuste! ¡Basta del plan económico! En fin, dicen que Macri se tiene que ir y por eso tomó fuerza el hit del verano.
Pero esa unidad en la calle del 21F tiende a conformar un nuevo agrupamiento, un nuevo frente sindical que, que quiere realizar la misma política de contención, aunque llamen a movilizar contra el gobierno, pero otra vez la unidad se plantea desde las cúpulas y aun siguen sin dar el mínimo rasgo de un paro nacional y el plan de lucha y mucho menos de llamar a organizar a las bases de los dirigentes traidores y “dialoguistas”.
La voluntad de bases es inmensa, la vimos el 8 de marzo, donde era la oportunidad que este frente sindical concretara un verdadero paro general, que no solo debilitaría a Macri sino que podríamos estar en mejores condiciones para lograr las reivindicaciones para la mujer trabajadora y el aborto libre y legal.
Pero como todo este entramado se hace desde arriba, donde juegan otros actores como el PJ que quiere reunificarse, siguen limitando la convergencia de esos miles de activistas y delegados que salen a luchar, por eso debemos plantear una postura política de enfrentamiento al gobierno y las multinacionales como punto de partida, de los que no depositamos esperanzas a un recambio electoral al 2019.

Hay que intervenir de lleno

El diagnóstico de los dirigentes lo sabemos, sus límites en torno a salidas dentro del régimen, pero acá no se trata de mirar al costado y hacer reproches sino que debemos intervenir en este proceso, justamente por esa rebelión y fundamentalmente por lo que paso el 18 y desde ese plano llamamos a organizar a las bases con encuentros zonales y nacionales que reflejen esa voluntad de lucha, por el pliego obrero, que fije la agenda a derrotar a Macri y su plan en lo inmediato, que no tenemos plazo hasta el 2019 porque día que pasa es hambre y represión.
Es un nuevo momento, no podemos quedarnos con encuentros solo de combativos, como los que llama la izquierda y que solo se quedan en esa esfera, acá se trata de que todos esos encuentros combativos tengan una política para disputar lineamientos concretos con esos miles de obreros que no pueden esperar a las elecciones. Que debemos ir planteando las puebladas como en Jujuy y Río Turbio y ese es el camino a construir, ya que la acción directa y la autodefensa pasan a ser parte fundamental de la clase obrera argentina, retomando las tradiciones del sindicalismo que intentaron borrar con el dialogismo entre las cúpulas con empresarios y el estado.
En todo el mundo se están dando pasos en la reorganización de los trabajadores, hay ricas experiencias como la Conlutas de Brasil, por ese camino debemos ir tomando todos los reclamos de nuestra clase, todos los métodos de lucha y que sean las asambleas el órgano máximo que forje una nueva dirección obrera.