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TELETRABAJO Y CUARENTENA

Cuando en marzo se decretó el aislamiento obligatorio y con él, el trabajo remoto, una sensación de alivio se extendió entre las y los estatales. La medida ponía un freno a la pandemia del COVID 19 y permitía cuidar nuestra salud. Sin embargo, con el correr de las semanas muchos comenzaron a reportar cansancio y angustias varias, especialmente entre las mujeres. El teletrabajo no resultó ser la panacea que se pensaba y otra vez las más afectadas fuimos nosotras.                                                                     

“Muchas veces siento angustia ante el teletrabajo más el cuidado de los hijos y de la casa. Estoy sola con mi hija y no hay ninguna alternativa, ni consideración de mis jefes y, a la hora de tener que realizar alguna tarea, me siento sobreexigida y en deuda con mis compañeros”, expresó una de las tantas trabajadoras del Ministerio de Cultura de la Nación que participó de la campaña “Trabajadoras y Pandemia”, que promovimos desde la Junta Interna de ATE.

Es que aunque en el Estado Nacional los padres y la madres con hijos a cargo pueden solicitar licencia para su cuidado, apenas un 15% lo hizo. Y aun así, dentro de ese porcentaje una gran mayoría realiza igual tareas remotas, obligados por la presión de los jefes, el discurso de “hacer Patria”, los precarizados contratos que tenemos y el miedo a perder el laburo.

Así, los relatos de hacer malabares entre los horarios de clases virtuales, el zoom de la oficina, cargar el GDE (sistema on line de trámites en el Estado), responder el whatssapp del coordinador, limpiar, cocinar y pasarse dos horas en la cola de la carnicería se multiplicaron.  Y, de vuelta, las protagonistas principales fueron, son y serán mujeres.

En el Ministerio de Cultura, un 91% de madres y padres con chicos a cargo trabaja igual, pero de ese porcentaje un 60% son mujeres.  Que la opresión de la mujer trabajadora también se da su casa se puso en evidencia en este particular contexto. “Mi jornada laboral arranca cuando los chicos se van a dormir”, “estoy reviviendo mi puerperio pero sin siquiera la ayuda de abuelas y tías”, “la única manera de trabajar sin interrupciones es ponerle la pantalla enfrente a los chicos”, son algunas de las frases más escuchadas por las delegadas. (A propósito, capítulo aparte merece la tarea de las delegadas de base, que a esos mismos malabares le suman la asamblea virtual, el diseño de un flyer reclamando reapertura de paritarias o la organización del sorteo del día de la niñez).

Las condiciones en las que se realiza el teletrabajo también son imposibles. Casi ninguna casa tiene un metro cuadro disponible para escritorio y silla de oficina, poquísimos Ministerios enviaron una computadora a la casa de sus trabajadores -pese a que Santiago Cafiero lo firmó en una decisión administrativa- y se termina compartiendo la compu con los chicos, el marido y atendiendo el zoom laboral con torticolis desde un celular en un rincón de la cocina.

Por supuesto, nada de lo que aquí se cuenta es a favor de levantar la cuarentena, única medida conocida de protección contra el COVID 19. De lo que se trata es de que nos den las herramientas necesarias para trabajar en este contexto y también de respetar la licencias de quienes deben cuidar a sus hijos. Y, sobre todo, se trata de que aparezca de una vez por todas el presupuesto para garantizar una salud pública de calidad, un sistema de salud que no se ponga en jaque por la aparición de un nuevo virus.