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Todo el apoyo a la lucha palestina, rumbo a una Tercera Intifada

Hace más de 67 años –desde la nakba (catástrofe) palestina, con la creación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948–, el pueblo palestino enfrenta una continua limpieza étnica, con órdenes de demolición de sus casas, expulsiones, apartheid, colonización y ocupación.
La victoria del primer ministro Benjamin Netanyahu en las últimas elecciones expuso con más claridad la política israelí que impera desde siempre, de hacer de Israel, en toda la Palestina histórica, un estado sionista homogéneo, sin palestinos.
Para dar un aire “democrático” frente al mundo, Israel no puede exterminar a todos los palestinos. Así, busca mantener a una minoría sin derechos, en guetos, como hacía el régimen del apartheid en África del Sur, para servir de mano de obra barata. Pero el exterminio continúa, ya sea vía bombardeos periódicos sobre Gaza, vía ataques de colonos en Cisjordania, por vía del envenenamiento de los presos en las cárceles israelíes, o a través de la limpieza étnica en los campos de refugiados de los alrededores –con la colaboración de los regímenes árabes como el de Bashar al Assad y la monarquía jordana– o la imposición de una vida miserable.
La política del imperialismo para la región se expresa en los Acuerdos de Oslo, firmados en setiembre de 1993 entre el gobierno de Israel y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat. Hoy se expresa con claridad frente al mundo el fracaso de esta política. La opresión sobre los palestinos aumentó, la miseria también. Más de 20 años después, los resultados son más de 7.000 palestinos muertos, más de 12.000 casas destruidas. Entre 1993 y 2000, el número de asentamientos israelíes construidos se duplicó y hoy es de 600.000. Esos asentamientos son ocupaciones de territorios palestinos por israelíes armados hasta los dientes y apoyados por le ejército sionista. Israel desvía el agua de los palestinos para esos asentamientos. Existen efectos catastróficos para la economía palestina por el cierre de las fronteras a los trabajadores palestinos, que serán sustituidos por nuevos inmigrantes rusos. En 1993, según escribe la periodista Naomi Klein, el PIB per cápita en los territorios ocupados cayó casi 30%. La pobreza entre los palestinos subió 33%. En 1996, 66% de la fuerza de trabajo palestina estaba desempleada o subempleada. Oslo representó menos trabajo, menos libertad y menos tierra.
Los palestinos viven hoy una situación semejante a la que los judíos sufrían en el gueto de Varsovia sofocados por los nazistas. Se trata de un crimen contra los palestinos y un crimen contra la humanidad.


La gestación de una nueva Intifada

Para enfrentar el gobierno de Netanyahu –que desenmascara el apartheid y estimula los ataques de colonos a palestinos– y el fracaso de los Acuerdos de Oslo, la heroica juventud palestina viene protagonizando un proceso de resistencia rumbo a una nueva Intifada.
Los síntomas de esta tercera Intifada vienen sintiéndose desde 2011, como una de las señales de ascenso del proceso revolucionario en el mundo árabe. En aquel año, el 15 de mayo (aniversario de la nakba), miles de refugiados –sobre todo, jóvenes– marcharon de los campos de Jordania, Siria, Líbano y Egipto rumbo a las fronteras de la Palestina ocupada, exponiendo al mundo que desde la creación del Estado de Israel, su legítimo derecho de retorno a las tierras de donde su familia fue expulsada, les ha sido negado. El movimiento fue reprimido violentamente por los gobernantes árabes. Después, la lucha palestina acompañó los ascensos y descensos del proceso revolucionario en el mundo árabe, quedando a veces en compás de espera.
En 2014, la nueva ofensiva israelí en Gaza fue respondida por una resistencia heroica venida no solamente de esa estrecha franja. Grandes movilizaciones en Cisjordania, Jerusalén Oriental y en los territorios ocupados por el Estado de Israel desde 1948, señalaron que el proceso rumbo a una nueva Intifada no se había aplacado.
En la noche del 24 de julio de 2014 y durante el día siguiente, 25.000 palestinos fueron a las calles en Cisjordania. El canto más popular entre la juventud era “O Qassam, O, habib, Bombardee Tel-Aviv”, lo que mostraba una moral alta y combativa (Ezzedine al-Qassam es el nombre de las brigadas militares de Hamas, responsable por la mayoría de los cohetes lanzados contra áreas ocupadas por Israel desde 1948).
La principal manifestación reunió a 10.000 personas en Qalandia (villa entre Ramallah y Jerusalén, que abarca un campo de refugiados palestinos y también el más importante checkpoint del ejército israelí). El ejército israelí abrió fuego contra los manifestantes, asesinando a cinco palestinos. En otras ciudades también hubo muertes. Dos manifestantes fueron asesinados en Hawara, cerca de Nablus, y otros tres en Beit Omar, próximo a Al Khalil (Hebron).
Mustapha Barghouti, diputado palestino y secretario general de la Iniciativa Nacional Palestina, afirmó que fue la mayor manifestación palestina en toda la historia de Cisjordania.
Esa movilización fue precedida por otras casi diarias desde el asesinato del joven palestino Mohammad Khdeir, quemado vivo en Jerusalén por tres sionistas, y desde los dos bombardeos contra Gaza, que fueron seguidos por invasión terrestre.
En 2015, el impulso hacia una nueva Intifada tomó nuevo aliento. El periodista palestino Ahmad Melhem, en reportaje para el site Al-Monitor, describe que en los días 11 y 12 de julio hubo manifestaciones que fueron reprimidas por las fuerzas israelíes en 30 ciudades y villas palestinas, tanto en Cisjordania como en Jerusalén y en los territorios ocupados en 1948. Los enfrentamientos fueron particularmente violentos en Belém, Al Khalil (Obs.: Hebron), Jerusalén y Ramallah. El tristemente célebre checkpoint en Qalandia fue atacado con piedras y bombas molotov, y los manifestantes lo tomaron por un corto período.
En los territorios ocupados en 1948, las primeras manifestaciones fueron en Galilea, con enfrentamientos con la policía israelí en Nazareth, Arara, Umm al-Fahem, Taybeh y Qalanswa. La policía usó gas lacrimógeno y balas de goma mientras manifestantes quemaban neumáticos y cantaban en árabe “el pueblo quiere el fin de Israel”. A continuación, las manifestaciones se extendieron hacia otras ciudades y villas palestinas, como Haifa y Jaffa, y en el Nagab (Negev).
El 3 de julio último, en Duma, Nablus, un colono israelí prendió fuego la casa de una familia palestina, quemándolos vivos. Un bebé de 18 meses, su hermanito de cuatro años y la mamá murieron. La intensificación de ataques de colonos israelíes a palestinos en los últimos meses y la violación de uno de los principales locales sagrados para musulmanes, la Mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, aceleraron ese proceso rumbo a la Tercera Intifada.
Existe la posibilidad de que esta Intifada, en caso de que se concrete, alcance una dimensión mayor, por varios motivos.
En primer lugar porque desde sus inicios está alcanzando a los territorios palestinos tomados en 1948, y no solo a Gaza y Cisjordania (anexados en 1967) como en las dos anteriores.
En segundo lugar porque puede incorporar –además de las heroicas acciones de la juventud palestina– también la movilización directa de los trabajadores palestinos. La huelga general de un día de los trabajadores de Hebron en octubre pasado fue una expresión de esa posible dinámica.
En tercer lugar porque el aislamiento político de Israel a nivel mundial es creciente, a pesar de todo el apoyo dado por el imperialismo y la gran prensa burguesa. Durante la última invasión a Gaza, por ejemplo, Israel perdió la batalla por la conciencia de las masas en el mundo. Las declaraciones de Netanyahu responsabilizando a los palestinos por la solución final de Hitler y repudiada hasta por los aliados, demuestran no solamente las mentiras de este dirigente asesino sino también que nada puede esperarse de este Estado. Al lado de Netanyahu disputan la popularidad dirigentes como Lieberman, que propone abiertamente la expulsión sumaria de todos los palestinos de todo el territorio que les pertenece. El carácter nazi-fascista de este Estado está revelándose con más fuerza.
Por estos motivos, es posible que una Tercera Intifada tenga más peso en la región y en todo el mundo.


Revoluciones árabes y  resistencia palestina, una sola lucha

No es posible disociar este movimiento del proceso revolucionario en el mundo árabe. Los poderosos enemigos de la causa palestina, denunciados por el revolucionario palestino Ghasan Kanafani al analizar la revolución de 1936-1939 continúan actuales: la burguesía palestina, los regímenes árabes y el imperialismo/sionismo.
La mayor parte de la izquierda en todo el mundo declaró el fin de la revolución árabe, por los impasses y reflujos coyunturales que existen en todos los procesos revolucionarios. Esta nueva Intifada es una demostración más de que están completamente equivocados.
En la búsqueda por la estabilidad en la región, que garantice la seguridad de Israel, se intenta sofocar la revolución en Siria a todo costo. Luego de la rápida caída de cuatro dictadores –en Túnez, Egipto, Yemen y Libia– con la Primavera Árabe inaugurada a finales de 2010, el imperialismo interviene directa o indirectamente para contener el efecto dominó. El Estado Islámico es un elemento contrarrevolucionario, que termina por hacerle el juego al imperialismo y facilitar su intervención militar. En Siria, la revolución que busca derrocar al dictador sanguinario Bashar al-Assad, se transformó en guerra civil en 2011. El pretexto construido por el imperialismo, de que se combate al Estado Islámico, ahora ha servido para que Rusia y aliados del régimen sirio bombardeen las áreas libres del yugo de Bashar al-Assad que restan.
Rusia y los Estados Unidos concretan un acuerdo militar entre ambos países para “coordinar” el uso del espacio aéreo en Siria, una división de tareas en la que “usted bombardea aquí y no allí”.[1] Rusia, Estados Unidos e Israel tienen una coordinación militar en Siria para sofocar la lucha contra el dictador Assad.
Aquí se revela la farsa de la izquierda castro-chavista que defiende al dictador sirio Assad como “antiimperialista”. El genocida Assad, que está destruyendo el país, matando y expulsando a millones de personas para mantenerse en el poder, está siendo sostenido por la alianza militar de los Estados Unidos y Rusia, con el apoyo también de Israel. El mismo Assad que cercó y quiere destruir el campo de refugiados de Yarmuk (bastión histórico de la resistencia palestina en Siria). El mismo Estado de Israel que masacra a los palestinos, ayuda a sostener a Assad.
Ahora, una nueva Intifada debe representar un nuevo ascenso en el mundo árabe, y puede ayudar a reactivar la resistencia en toda la región. Eso tendría una enorme importancia por la autoridad política de los palestinos en todo el mundo árabe. Las señales crecen, como el 16 de octubre en Jordania: en diversas ciudades hubo grandes manifestaciones exigiendo el fin de los acuerdos con Israel.


Por un único Estado palestino, laico y democrático

A diferencia de las dos Intifadas palestinas anteriores, el movimiento rumbo a un nuevo levante popular ahora se da sin ningún líder e, indirectamente, cuestiona sobre todo la colaboración de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con Israel. La juventud no se ve representada por ningún partido tradicional.
La juventud, aliada a la clase trabajadora, necesita construir, en medio de este proceso, una dirección revolucionaria para llevar adelante la lucha por la liberación de Palestina.
Es en el calor de la lucha contra la ocupación que hay condiciones para que se forje una nueva dirección para el movimiento palestino, una dirección que rechace la conciliación con el enemigo y unifique al pueblo palestino en la perspectiva de liberación de todas las tierras palestinas, del río al mar.
La solución para contemplar a la totalidad de los palestinos, cuya mayoría vive afuera de sus tierras, es un Estado único palestino, laico y democrático, con derechos iguales para todos y todas que quieran vivir en paz con los palestinos. Eso implica la destrucción del Estado nazi-fascista de Israel. La convivencia de un Estado palestino con el Estado de Israel –como fue definido en los Acuerdos de Oslo– se demostró imposible, como siempre afirmamos.
No se puede convivir con el fascismo, es necesario destruirlo. No se consiguió vivir con el nazismo, fue necesario derrotarlo. No se trata de un conflicto religioso sino de la necesaria destrucción del Estado de Israel, bastión militar del imperialismo en el mundo árabe. Es posible que los judíos y los musulmanes convivan pacíficamente en un Estado palestino laico y democrático, como ya lo hicieron en el pasado.

Mira el especial entero sobre palestina:  http://litci.org/es/mundo/medio-oriente/palestina/