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Un ejemplo reciente de que es posible tomar el poder

Como muchos compañeros sabrán, desde hace varios meses sostenemos que el gobierno de Macri debe terminar ahora, y no esperar al 2019. Esta propuesta, compartida por miles de familias trabajadoras que no llegan a fin de mes, no encuentra, sin embargo, un reflejo en la dirigencia política que se dice “oposición”. El peronismo en todas sus variantes señala que Macri debe terminar su mandato, para no poner en riesgo la gobernabilidad, ni las instituciones democráticas.
Ante nuestra propuesta, muchos compañeros en sus lugares de trabajo, de estudio, en los barrios, nos muestran simpatía y la discuten con nosotros. Una de las dudas más recurrentes es “si cae Macri, ¿quién viene?”. Nosotros no podemos escaparle a esa pregunta, que es la central de la situación política argentina: ¿Quién debe gobernar el país?
Desde estas páginas señalamos un ejemplo en particular, el de los trabajadores del Astillero Río Santiago, que en defensa de sus puestos de trabajo se organizaron, marcharon a la gobernación en La Plata y tomaron el Ministerio de Economía provincial. Dijimos que nos identificábamos con esta lucha, no sólo porque le torció el brazo a Vidal y logró la reincorporación y los insumos para trabajar, sino porque en asamblea comenzaron a discutir el plan de producción naval necesario para la soberanía de nuestro país. Dijimos también que éste era el ejemplo que los trabajadores teníamos que tomar, el de la organización y la discusión por el futuro del país. Y que si esto se generalizaba, nada impedía que seamos los trabajadores quienes tomemos las riendas (y las decisiones) del gobierno. ¿O acaso alguien duda de que si se hicieran asambleas en todos los lugares de trabajo, el rechazo al FMI y al G20 sería total? ¿No necesitó Macri mentir alevosamente en su campaña electoral para volvernos a endeudar con el fondo?
Muchos compañeros son escépticos de que los trabajadores puedan gobernar, sostienen que los ejemplos que en general damos son en blanco y negro, que “el mundo cambió”. Por eso hoy queremos discutir la revolución ecuatoriana del 2000, que tiró abajo un gobierno votado en elecciones (que quería dolarizar la economía a pedido de EEUU, como en Argentina actualmente) y tomó el poder por unas horas, todo esto sustentado en organismos populares de representación democrática.

¿Qué pasó en Ecuador en el 2000?
En Ecuador existió una revolución campesina, obrera y popular, que por sus tareas y los enemigos que enfrentó fue socialista. Vayamos por partes.
Campesina, por el sujeto que la llevó a cabo. Las nacionalidades indígenas (en su mayoría campesinas) encabezaron a las masas obreras y populares que antes las veían con desprecio. Éstas últimas, vieron a la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, que agrupaba a 13 naciones indígenas) como una dirección consecuente para enfrentar los planes del imperialismo. Entonces se dieron dos revoluciones nacionales combinadas: una antiimperialista -contra el proyecto de colonización de los EEUU- y otra democrática -por la construcción de un estado plurinacional que reconozca la preexistencia de los pueblos indígenas y sus formas de organización propias-. A su vez, fue socialista, no porque la CONAIE o los sectores en lucha lo sean, sino porque su programa sólo se puede realizar avanzando hacia el socialismo.
Pero lo más relevante de esta revolución fue su dirección. A diferencia de todas las revoluciones campesinas anteriores, no fue encabezada por una guerrilla o un partido-ejército, sino por organismos político-sindicales de masas. Esto es muy importante, porque jamás se dio en Latinoamérica una revolución socialista con esta dinámica. La CONAIE (campesinos indígenas), la CMS (Coordinadora de Movimientos Sociales, que agrupa a trabajadores, organizaciones barriales, de mujeres, de pequeños comerciantes) y el Seguro Social (más de un millón de campesinos no indígenas), construyeron el Parlamento de los Pueblos.

El Parlamento de los Pueblos y la insurrección del 21 de enero del 2000
El Parlamento de los Pueblos (surgido por iniciativa de la CONAIE) se extendió a nivel nacional como un organismo de poder que cuestionó a todas las instituciones de la democracia capitalista: el Parlamento, el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo. Estaba compuesto por delegados de los barrios y ciudades, que elegían representantes a Parlamentos Provinciales, y éstos al Nacional. Todos los mandatos eran revocables por la base.
El punto más alto fue la insurrección del 21 de enero del 2000, cuando el Parlamento de los Pueblos echó al presidente Mahuad mediante una multitudinaria movilización a la capital, y nombró una Junta de Salvación Nacional que gobernó durante ocho horas. Sus primeras medidas fueron el fin de la dolarización, la moratoria de la deuda externa, el fin de las privatizaciones y el control de los precios en productos de primera necesidad.
En palabras de un dirigente provincial: “después del 21 de enero, con el sólo hecho de que la TV informó de la formación del Parlamento, se organizó en millares de ciudades y está tomando el país.”
La acotada experiencia se debió a los límites de su dirección. Si bien su programa sólo era realizable rompiendo con el capitalismo, ellos se propusieron reconstruir la institucionalidad, y la primera muestra de esto la dieron muy rápido. Los miembros de la Junta de Salvación Nacional fueron Antonio Vargas (presidente de la CONAIE), el jurista Carlos Solorzano y el coronel Lucio Gutiérrez, un militar que estuvo del lado de la revolución, que dividió a las Fuerzas Armadas. Luego de unas horas, Gutiérrez,a pedido de la cúpula del Ejército, le dejó su lugar al General Carlos Mendoza, respetando la jerarquía militar. Éste encarceló a Gutiérrez y sus aliados mediante una maniobra, y le entregó el poder a Gustavo Noboa, vicepresidente depuesto algunas horas antes.

Los trabajadores tenemos que gobernar
La experiencia de Ecuador nos debe servir a los revolucionarios de América Latina como lección de lo que la organización de los trabajadores y el pueblo puede lograr. El Parlamento de los pueblos surgió un 11 de diciembre, y cuarenta días después se encontraba tomando el Congreso. Pero su derrota se dio por creer en la palabra de los militares. Antonio Vargas concluye “el problema fue que cuando nosotros fuimos al Congreso, los generales fueron a la Presidencia. Nuestra debilidad fue no haber ido rápido a tomar la presidencia.”
La falta de un partido revolucionario que pudiera dirigir a la clase obrera para ponerse al frente del proceso, impidió derrotar al plan del imperialismo y la maniobra del ejército, y fue un muro de hierro para el éxito de la revolución.
Los compañeros del Astillero Río Santiago nos marcan el camino. Pero no alcanza. Hay que hacer asambleas en todo el país, como hicieron en Ecuador. Tenemos que echar a Macri y a todos los que lo sostienen para liberarnos del FMI y así, de una vez por todas, los trabajadores vamos a poder gobernar el país.