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Unidad de la clase trabajadora

En el 2001, la CGT y los sindicatos dieron la espalda a los desocupados. Esta actitud criminal tuvo, lamentablemente, la complicidad de gran parte de las direcciones del movimiento piquetero. Por ejemplo, en las asambleas piqueteras que se realizaron, muchos de los que hoy estamos en el PSTU combatimos junto a otros compañeros contra la dirección del PO, que consideraba a esas Asambleas como una “Nueva central obrera” y se negaba a reclamar a las centrales que tomaran en sus manos las reivindicaciones de los desocupados en un plan de lucha y bajo un plan obrero de emergencia conjunto.
El resultado fue que no se pudo lograr la unidad de la clase trabajadora (excepto en sectores parciales), y eso permitió que Menem primero, De La Rúa, y Duhalde después, descargaran esa crisis sobre nosotros, con una devaluación del 30% que devoró los salarios.
El estallido que volteó a De La Rúa no logró una salida obrera, producto de esa división, así como de la falta de una dirección revolucionaria. La división, aunque no logró evitar el Argentinazo, permitió a la patronal y sus partidos reencaminar la crisis.

Ahora, bajo la batuta de la Iglesia y el Papa, la CGT y las direcciones piqueteras más burocráticas han hecho un pacto, que se expresó en la movilización del 18 de noviembre. Con el objetivo de intentar contener una organización independiente de los desocupados que pueda tornarse ingobernable, la CGT resolvió “asumir la representatividad de informales y desocupados”. Aunque el objetivo (controlar) y la demanda (puestos de trabajo informales) son negativas para los trabajadores, la realidad es que se han visto obligados a actuar diferente que antes del 2001. Los trabajadores (ocupados y desocupados) tenemos que aprovechar esa realidad. Los trabajadores en blanco pueden beneficiarse de la determinación de los desocupados (producto de su situación crítica), para meter “picante” a las direcciones sindicales vendidas. Y los desocupados, para aprovecharse de la capacidad de hacer huelga y paralizar la producción de los ocupados.
Claro que esa unidad, si es “por arriba”, entre burócratas y adaptada a los planes del Gobierno, no nos servirá. Es preciso lograr la unidad desde abajo, organizando frentes y congresos unitarios de trabajadores ocupados y desocupados en cada rincón del país, en cada barriada obrera, para imponer un plan de lucha por un programa obrero.
Es un debate fundamental hacia el futuro.