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105 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA: EL PARTIDO, EL FACTOR DECISIVO DE LA REVOLUCIÓN

A lo largo de los últimos 150 años, los trabajadores y los pueblos han protagonizado cientos de luchas y revoluciones en todo el mundo. En casi todas las ocasiones, no lograron concretar su triunfo imponiendo su dominio político.. Sin embargo, hay una excepción: la Revolución Rusa de 1917, dirigida por el partido bolchevique. 

 

Para entender la excepcionalidad del partido bolchevique, hay que señalar una realidad: la actual clase social dominante (la patronal, también llamada burguesía) ya poseía el poder económico antes de hacerse con el poder político en Occidente, allá por el 1800. Eran dueños de las principales ramas de la economía, la prensa, la cultura. Y en algunos casos incluso tenían cargos políticos menores: una posición privilegiada que los hacía conscientes de sus capacidades y su poderío. No tuvieron que hacer mucho para que el poder político cayera en sus manos, con lo que pasaron a ser dueños tanto de los pilares económicos de la sociedad, como del Estado, sus leyes y sus fuerzas armadas. Así la patronal, la clase burguesa, pudo imponer su tiranía con toda la fuerza, hasta que la resistencia obrera y popular le puso varios límites.

Por otro lado, los trabajadores y el pueblo están en franca desventaja: sobreviviendo entre el hambre y la explotación, bombardeados con falsedades, desarmados y divididos por las múltiples discriminaciones cultivadas desde el poder mismo. La burguesía se ha encargado de que no tomemos consciencia de nuestra fuerza como clase social y nuestra capacidad de reconstruir el mundo. 

El partido que necesitamos

Los bolcheviques, dirigidos por Lenin y Trotsky,  demostraron que la única manera de suplir esas desventajas era con un partido político. Pero no cualquier partido. El partido bolchevique no buscaba conquistar cargos políticos y sindicales para colocar allí a grandes figuras y oradores. No quería administrar un Estado burgués. No se financiaba con los generosos ingresos de la actividad parlamentaria o los aportes empresariales. No se creía el cuento de que se puede doblegar a la patronal teniendo mayoría en el parlamento. No sentía temor por romper la legalidad republicana y democrática. En definitiva, no era un partido para quienes quisieran hacer de la política una carrera.

Era un partido que se financiaba con los magros aportes voluntarios de su militancia, para mantenerse independiente del Estado y los patrones. Un partido que se regía por el principio organizativo de garantizar la máxima democracia a la hora de realizar debates internos, y exigía la más férrea disciplina a la hora de militar. Era un partido que se sabía parte de una lucha mundial contra el capitalismo imperialista, y que dedicó enormes esfuerzos para construir organizaciones internacionales. Era un partido preparado para el combate, para el inevitable enfrentamiento armado entre la revolución obrera y la contrarrevolución patronal. 

El partido bolchevique, si bien no rechazaba la participación en el Congreso o en las dirigencias sindicales, centraba su actividad en los trabajadores y trabajadoras comunes y corrientes. Un partido centrado en un programa político basado en las enseñanzas de Marx y Engels, y en el análisis profundo y cuidadoso de la realidad. Un partido que invitaba a los obreros y obreras a sumarse a su militancia, explicando pacientemente que su objetivo era revertir las catástrofes causadas por la apropiación de unos pocos ricos de la riqueza producida por millones de obreros, derribando por la fuerza al orden patronal, y participando y alentando las luchas cotidianas, para que se fueran volviendo grandes luchas. Era, en definitiva, un partido de y para los trabajadores, para conducir a la clase obrera y al pueblo a tomar el poder e imponer el gobierno directo de sus propias organizaciones.

El legado bolchevique en el siglo XXI

La primera guerra mundial agravó los desastres del capitalismo ruso, y las organizaciones de obreros, soldados y campesinos – al grito de pan, paz y tierra”- desafiaban al poder burgués cada día y cada noche. En tal situación, ni las persecuciones, ni la primera campaña moderna de “fake news”, ni el intento de golpe de estado, pudieron impedir que los bolcheviques pasaran a dirigir la parte más activa y rebelde del pueblo trabajador ruso. Y que sin perder más tiempo llevaran a los obreros, soldados y campesinos a levantarse en armas contra el gobierno e imponer la primera república obrera y socialista de la historia.

Más de un siglo después, este hecho histórico sigue causando estupor entre las burguesías de todos los países, temerosas de que alguien tome el lugar de los bolcheviques. Que le demuestre a los obreros que ellos pueden dirigir la economía y la sociedad mucho mejor que las patronales sedientas de lucro, conduciéndolos a otra revolución.

Sin embargo, todavía hace falta construir un partido como lo fue el bolchevique. Los socialistas revolucionarios del PSTU y la LIT-CI estamos volcados a esa tarea: desde las trincheras de Ucrania hasta las minas de Chile, estamos forjando en las luchas cotidianas las bases de un nuevo partido bolchevique, impulsando la reorganización sindical, la autodefensa, la democracia obrera y el internacionalismo para abrir el camino a las luchas revolucionarias. Invitamos a todos los compañeros y compañeras a unirse a esta tarea.