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9 DE JULIO: NECESITAMOS UNA SEGUNDA INDEPENDENCIA

Dos siglos atrás, las presiones del sector más revolucionario de los independentistas daban sus frutos; y el congreso reunido en Tucumán declaraba la independencia de “Fernando VII, sus sucesores y su metrópoli, y de toda otra dominación extranjera”, a pesar del difícil panorama para la causa de la independencia. En la actualidad, el peso del dominio imperialista se vuelve cada día más insoportable ¿Cómo fue que la Argentina terminó nuevamente sometida? ¿Qué hay que hacer para salir de esto?

La reacción de las potencias europeas tras derrotar a Napoleón, buscando rehacer el dominio colonial sobre América, demostró que no había conciliación posible con un Fernando VII sediento de sangre americana. No había más alternativa que dar un paso firme para demostrar a los pueblos de América que la lucha por la libertad era a muerte, y que los nuevos gobiernos estaban a la altura de la tarea.
De ese modo se impuso la voluntad del sector más consecuente, entre los que se contaban Belgrano y San Martín, partidarios de una ruptura total con España y llevar la revolución hasta las últimas consecuencias.

La deformación de un país

Si los comerciantes porteños, los nacientes grupos de hacendados y los demás sectores sociales privilegiados que conducían la lucha por la independencia pudieron tomarse el atrevimiento de poner fin al saqueo de la corona española, fue antes que nada por razones materiales. Ni siquiera los sectores más ricos tenían algo que ganar volviendo a someterse a la corona, y por el contrario mucho que perder. Esta situación fue el punto de partida de la Revolución de Mayo.
Pero tras la Independencia, las diferencias de intereses entre esos sectores estallaron en violentas guerras civiles, en las cuales vencieron aquellos grupos que por sus actividades económicas estaban ligados a las potencias extranjeras por medio del comercio. De ese modo, nuestro país quedó en manos de una clase dominante que vive de colocar materia prima (o muy poco elaborada) en el mercado mundial, haciendo una nación a su imagen y semejanza.
Todo intento de crear un mercado interno fuerte o un desarrollo interno de la industria que diera cierta autonomía a la economía, fue desplazado por ese comercio, que aumentó la dependencia del país respecto de las potencias extranjeras. Y cuando estas potencias dieron el salto de exportarnos productos industriales elaborados a exportarnos capital financiero en forma de préstamos e inversiones, esa dependencia se volvió gravísima. En cuestión de años, la Soberanía argentina quedó atada a la voluntad de las potencias de turno mediante acuerdos políticos desfavorables al país con la complicidad de las burguesías y gobiernos argentinos, que nos han dejado a un paso de volver a ser colonia.

Una doble cadena para el pueblo trabajador
Para los trabajadores, este cambio se transformó en una condena. No porque esas multinacionales sean más o menos explotadoras que las patronales nacionales, si no que, como para las empresas imperialistas los negocios en este país son secundarios y descartables, no necesitan desarrollar ni preservar nada. Se limitan a obtener las mayores ganancias posibles, depredando los recursos, impidiendo cualquier clase de progreso, y empujándonos a una situación de miseria permanente.
En realidad, la naturaleza de los negocios de las patronales las hizo convertirse en una sucursal del capital extranjero. Fueron ellas quienes le entregaron el país a esos capitales, y pusieron a disposición de esa entrega el Estado que les pertenece, con su Congreso, sus leyes, y sus fuerzas militares y policiales.
Así, luchamos contra las patronales mientras los poderes económicos extranjeros a los que el Estado responde, nos condenan a permanecer en la miseria o al borde de ella, víctimas de su saqueo. Nuestra lucha contra la explotación se combina con la tarea de repetir lo conseguido en 1816.

Con capitalismo no hay Independencia
Siendo el empresariado argentino un empleado de los capitales extranjeros, sus políticos no pueden ser diferentes. No solo los entreguistas confesos de Cambiemos, sino también los que se reclaman nacionalistas, como los del Frente de Todos.
Para estos últimos, la defensa de la soberanía se limita a los discursos en los foros, la diplomacia inofensiva y alguna medida con más publicidad que contenido, lo cual es completamente lógico. Incapaces por su naturaleza social, de romper con los capitales extranjeros de los que son socios, solo les queda regatear algunas condiciones.
Algo parecido pasa con los sectores que imaginan una Segunda Independencia de la mano de grandes empresas estatales que competirían con las multinacionales. Esta visión no tiene en cuenta que el mundo ya no es el de 1945, y que el mercado mundial está completamente sometido por los poderes económicos centrales. Solo imponiendo una planificación socialista para poner la economía al servicio de las necesidades de la población, y expandiendo esta revolución a otros países, lograremos evitar que el orden imperialista vuelva a someternos.

La hora de los trabajadores y el pueblo
Sin poder contar con ningún sector patronal ni con política capitalista por su naturaleza, al pueblo trabajador le queda una sola opción para liberarse del dominio imperialista: construir una nueva dirección política y sindical, que tenga como programa el lograr una Segunda Independencia real y verdadera, obrera y socialista. La única alternativa para que conduzca a todos los explotados y oprimidos a barrer con el dominio imperialista e imponer su propio poder, retomando las tareas de 1816 sobre una base histórica superior.
Desde el PSTU estamos al servicio de la construcción de esa nueva dirección, y llamamos a todos los luchadores y luchadoras a que nos acompañen desde cada lugar.