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A 33 años de la muerte de Nahuel Moreno

El internacionalismo como lema de vida

Por Leandro Aznar

La segunda mitad del siglo XX fue una prueba de fuego para los revolucionarios de todo el mundo. León Trotsky, quien había dirigido la Revolución Rusa en 1917 que puso a los trabajadores en el poder, fue asesinado por la burocracia estalinista, que se había hecho con el poder en Rusia y amenazaba las conquistas de la revolución.
Se daban procesos revolucionarios en todo el mundo –comenzando por el triunfo sobre el nazismo-, pero quien estaba al frente de estos procesos era el mismo aparato estalinista que ponía en jaque la revolución de octubre. Esto no causó más que desconcierto en las filas de la IV Internacional, organización que Trotsky había fundado en sus últimos años de vida.
Fue por esos años en los que el GOM (Grupo Obrero Marxista), una pequeña organización trotskista argentina que había sido fundada por Nahuel Moreno, se acerca a las filas de la IV Internacional.
En esos momentos en Argentina, el trotskismo se limitaba a comentar la realidad, encerrado en discusiones interminables en el Café Tortoni, alejado de los procesos reales de lucha de la clase obrera. El GOM rompió con eso y fue militar al barrio obrero de Villa Pobladora, a los frigoríficos, a las curtiembres. Esto fue un enorme paso adelante. Pero la vida de Moreno y de este partido cambiaría radicalmente con su ingreso a la IV Internacional. Puesto que el sistema capitalista que provoca hambre y miseria a miles de millones en todo el mundo, no puede ser derrotado definitivamente en los marcos de ninguna frontera nacional, toda organización revolucionaria que se precie de ser tal debe ser parte de la construcción de una organización internacional. Ésta máxima marcaría la vida de Moreno.
Pasaron los años y las capitulaciones de los dirigentes de la IV a las direcciones estalinistas, reformistas y frente populistas terminaron en su crisis y disolución. El revisionismo tomó por asalto las filas del trotskimo. Pero Moreno continuó firme en la construcción de una herramienta internacional para la revolución obrera y socialista.
Procesos revolucionarios ocurrirían en Bolivia, Cuba, Angola, Portugal, Nicaragua y muchísimos países más. En Perú, la participación en una insurrección campesina permitió construir un partido revolucionario. En la Revolución de los Claveles en Portugal, el dialogo que entablaron jóvenes activistas con la corriente de Moreno permitiría la construcción de un partido en ese país. En la Revolución Sandinista en Nicaragua, participa una brigada internacional de apoyo impulsada por la misma corriente, la Brigada Simón Bolivar. La corriente fundada por Nahuel Moreno se extendía al calor de su participación en esas revoluciones y procesos
Siempre estuvo en la preocupación de Moreno la reconstrucción de la IV. En ocasiones, acuerdos programáticos permitieron el acercamiento a otras corrientes del trotskismo. El apoyo a la Revolución Cubana reunificó a Moreno junto con la corriente de Ernest Mandel y el SWP norteamericano en el Secretariado Unificado. Pero la capitulación de estos últimos a las direcciones castristas, y concretamente a la dirección sandinista que expulsó a la Brigada Simón Bolivar de Nicaragua cuando intentaba formar sindicatos, volvieron a separarlos. Lo mismo ocurrió con el lambertismo a inicios de los ’80. Pero nuevamente la capitulación de esa corriente, en este caso a la socialdemocracia francesa de Miterrand, volvió a frustrar el propósito.
En 1982 Nahuel Moreno funda la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI), con la tarea de reconstruir la IV. Hoy, 38 años después, podemos decir que, no sin dificutades, seguimos adelante con la tarea que nos encomendó Moreno.

El legado de Moreno
Si tenemos que escribir un artículo detallando todo el legado que nos dejó nuestro maestro podríamos escribir un libro. Párrafos enteros podrían dedicarse a su relación con la clase obrera, como única clase capaz de encabezar la transformación de la sociedad. O a sus aportes teóricos, a la Actualización del Programa de Transición, sus incorporaciones a la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, en el marco de un combate por mantener la construcción de partidos revolucionarios fuertemente anclados en la teoría marxista. Sin embargo, en este artículo desarrollamos un aspecto en concreto: el internacionalismo (es decir, la construcción de una organización revolucionaria mundial).
¿Y eso por qué? Porque estamos transitando momentos de grandes movilizaciones y procesos revolucionarios en todo el mundo, y particularmente en América Latina.
En nuestra Sudamérica, cientos de miles llenan las calles en Ecuador, en Colombia. En Bolivia, la clase obrera y el pueblo son víctimas de un golpe, ante la deserción de su dirección, el MAS de Evo Morales, y su predisposición a la lucha, que no ha sido aún derrotada, busca un camino para expresarse. En Chile, el gobierno de Piñera es enfrentado hace ya tres meses por una revolución en curso, que cuestiona las bases del capitalismo chileno. Es un gran momento para redoblar la lucha por la construcción una dirección para este proceso, un partido internacional que asuma la tarea de unificar la pelea de toda la clase obrera y las masas de nuestros países, y conquiste su segunda y definitiva independencia del imperialismo, y por una Federación de Repúblicas socialistas de América Latina.
Dentro de sus posibilidades, los partidos de la LIT se ponen en la primera línea de los enfrentamientos con la represión. Las banderas del MIT ondean en la Plaza Italia (rebautizada ahora Plaza de la Dignidad) solitaria entre miles de activistas que luchan contra los carabineros, mientras los diarios de la derecha señalan esa realidad, apuntando a la represión. En Colombia, el PST, único partido trotskista que se mantiene en la clase trabajadora pese a décadas de asesinatos y persecución a los luchadores obreros y populares, presenta sus banderas en cada movilización, y en la heroica huelga general reciente. En los diferentes países, nuestros partidos intentan participar de las movilizaciones y procesos como nos enseñó Moreno: entrelazados con nuestra clase, en la primera fila del combate, compartiendo peligros, sufrimientos y también alegrías y triunfos. Eludiendo las presiones de la democracia patronal, que por todos los medios trata de esterilizar el ascenso revolucionario y canalizarlo hacia las trampas del régimen para sostener el capitalismo. Y enfrentando las desviaciones de toda la izquierda (incluso, lamentablemente de sectores que se reivindican del trotskismo y la IV internacional), que capitula a las mieles de la “democracia”, que otorga cargos parlamentarios y televisión, a cambio de la domesticación de los partidos y el “archivo” del programa de la revolución para tiempos futuros.
Con ese mismo espíritu, nuestro PSTU pagó con persecución y cárcel las peleas contra Macri y sus reformas, que llevaron a Daniel Ruiz a 13 meses de cárcel, y a Sebastián Romero a continuar hoy (con el nuevo gobierno) perseguido y con orden de captura internacional.
La realidad es más internacionalista que nunca. Queda más que demostrada la necesidad de construir una herramienta que unifique las luchas de los trabajadores en todo el mundo, para derrotar este sistema mundial que aniquila el planeta y condena a la humanidad a la barbarie. La tarea de reconstruir la IV Internacional está presente y cruza la realidad de América Latina y todo el mundo. Y la Liga Internacional de los Trabajadores, nuestra organización mundial, se pone al servicio de esa tarea.
Esta enseñanza que nos deja la vida de Moreno la hacemos bandera, como hizo él. No es una tarea fácil. No existen atajos. Pero como el mismo decía “no hay ningún dios que haya escrito que no podamos ganar”.