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Ahora deuda externa con China

Con el marco de una colosal crisis económica capitalista y la perspectiva de entrar en “cesación de pagos” (default) con el sistema financiero internacional por la disputa con los fondos buitres, el presidente chino Xi Jinping estuvo este mes en Argentina y firmó con Cristina Kirchner la renovación de parte de acuerdos SWAP vencidos y la concesión de créditos de apoyo para la construcción de represas y renovación de infraestructura. No está claro si esto es un intento para reforzar las divisas del Banco Central (BCRA) u otro gran negociado corrupto de La Cámpora, visto que de los U$S 20.000 millones que China invertiría en nuestro país anunciados con bombos y platillos en 2004 por Néstor Kirchner, lo único comprobado fueron las decenas de supermercados chinos cuyos dueños tuvieron que pagar unos cuantos miles de dólares para poder radicarse.

Uno de los compromisos firmados con China es la renovación de un acuerdo tipo “swap”, un intercambio de divisas (ver recuadro en esta página) por U$S 11.000 millones aproximadamente. Cuando uno de los países requiera apoyo financiero del otro (lo más probable que sea Argentina por sus reservas en baja), podrá disponer de parte de estos fondos1. En lo operativo, funciona como los acuerdos que el Banco Central tiene con el Banco de Basilea (Suiza) o el de Francia.
En realidad, esta es una renovación de la primera versión de un acuerdo firmado en el 2009 por 70.000 millones de yuanes (la moneda china) equivalente a $38.000 millones en ese momento, vigente por tres años, que terminó vencido, sin haberse utilizado2. Es decir el Gobierno de la década ganada debería dar explicaciones por no ejecutar este compromiso económico-financiero, en el marco de un crecimiento colosal de nuestra deuda externa en dólares.
Es de destacar el escenario propicio que el Kirchnerismo le mostró al capitalismo chino, impulsando la aprobación en el Congreso de la Ley de Inmunidad a Bancos Centrales, para proteger los activos de los bancos centrales extranjeros ante los tribunales de nuestro país. Con la aprobación de esta ley el Kirchnerismo espera obtener el compromiso de establecer convenios de reciprocidad con los países relacionados comercial y crediticiamente con Argentina, en el marco de la disputa con los fondos buitre.
El Gobierno K, por supuesto, vende el acuerdo con China como un gran paso para atenuar la caída de nuestras reservas. Juan Carlos Fábrega, presidente del Banco Central, así trató de explicarlo: “Nuestro objetivo es mantenernos en un nivel de reservas de entre 28.000 y 30.000 millones de dólares. Ahora están ingresando divisas por la cosecha, pero hacia fines de este año o principios del próximo, cuando el flujo se reduzca, podremos apelar a los fondos de China”3.
Es interesante ver el optimismo del Gobierno, pero hay que tener en cuenta algunas salvedades. Es cierto que el volumen de pagos de la divisa china ha desplazado parcialmente en algunas operaciones a otras monedas de reserva tradicionales, pero por ahora está limitado a plazas internacionales como Hong Kong, Londres o Singapur4. La divisa utilizada actualmente en el comercio internacional y en los endeudamientos de la mayoría de los países es la moneda yanqui: el dólar, como el caso de nuestra economía.
Economistas de la oposición cuestionan el optimismo K. “El yuan no es una moneda de inserción internacional… y ni siquiera se puede contabilizar como reserva”, opina Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central. Carlos Melconián, economista del PRO, ironizó que los acuerdos entre los bancos centrales de China y Argentina “es tan próximo a que Racing juege un domingo con la camiseta de Independiente”. Martín Redrado, también ex titular del BCRA y hoy asesor de Sergio Massa, asegura que “… el yuan no es una moneda convertible”. Debemos tomar como relativas las opiniones de estos dirigentes derechosos, pero proyectan una postura capitalista cercana a la realidad ante una crisis externa que no se resuelve con simples asientos contables de devisas.

 

Créditos chinos: más deuda externa y menos trabajo

China es capitalista. Y millones de yuanes acumulados por la superexplotación de sus trabajadores necesitan reproducir ganancias. Así lo demuestran sus planes para todo el mundo de expansión comercial y control de producción de insumos básicos como petróleo y alimentos. Con Argentina ya viene haciendo negocios. Hace poco compró Nidera, productora de semillas transgénicas, y planea adquirir el sector de agronegocios en nuestro país de la multinacional Noble-Group. En enero último, la china Wuxi Fobia Technology cerró un acuerdo con el Sciolismo para producir en provincia de Buenos Aires chips para ganado. La petrolera china Petro AP invertirá U$S 500 millones en Mendoza, igual cifra que el Grupo Bridas del cual ya participan capitales chinos5. Podemos enumerar muchos más ejemplos de las ambiciones del gigante asiático.
En este panorama se enmarca también la otra parte del acuerdo firmado con Cristina, para la concesión de dos créditos a nuestro país que engrosarían las reservas del Banco Central. Uno, de U$S 4.714 millones del China Development Bank (CDB), es por el financiamiento de represas de la provincia de Santa Cruz, obra a cargo de la empresa china Gezhouba junto con la nacional Electroingeniería, afín al Gobierno. Al país ingresarán U$S 3.800 millones en etapas y el resto será para comprar futuras turbinas chinas.
El otro préstamo, también del CDB, es por U$S 2.099 millones destinado el ferrocarril Belgrano Cargas. U$S 1.235 millones serán para obras y el resto se retendrá en el país asiático por la provisión de vagones y locomotoras. Los adelantos en 2014 para represas y trenes serán sólo de U$S 1.000 millones. Es decir una cifra más que insuficiente para supuestamente paliar la crisis de reservas además de la dudosa convertibilidad del yuan.
Lo más grave es que el acuerdo, a pesar de ser presentado como de inversión, incide negativamente en dos aspectos de nuestra economía y en el bienestar de los trabajadores y el pueblo: incrementará en U$S 6.800 millones nuestra deuda externa y en los hechos no permite la fabricación de material ferroviario como locomotoras y vagones en nuestro país, donde industrias como EMFER y TATSA, en conflicto por falta de fondos y futuro laboral, podrían ponerse a producirlos, multiplicando mano de obra. Una muestra más que el Gobierno K, con la “vista gorda” de la oposición, continúa con la entrega de nuestros recursos, sin importar el origen del apropiador, sea yanqui, europeo y ahora del lejano oriente. Un cuento chino que hace honor al funcionamiento del capitalismo mundial.

Notas:
1 iEco-Clarín – 18-07-2014.
2 3 El Cronista – 17-07-2014.
4 Telam – 18-07-2014.
5 iProfesional – 26-03-2014.

 

¿Qué son acuerdos SWAP?

Un swap, o permuta financiera, es un contrato por el cual dos partes se comprometen a intercambiar una serie de cantidades de dinero en fechas futuras. Cuando son acuerdos entre bancos centrales de países se denominan créditos swap. El país prestamista vende moneda nacional al país prestatario (con el compromiso de recompra en una fecha determinada y a un tipo de interés), a cambio del equivalente en la moneda del país prestatario. Son operaciones relacionadas con la insuficiencia de reservas de divisas.
Los bancos centrales de Argentina y China acordaron nuevamente créditos tipo “swap” de facilidades recíprocas para el acceso a productos del otro país sin necesidad de utilizar dólares. El Banco Popular de China pondrá a disposición de Argentina un monto en yuanes (70 mil millones) equivalente a 11 mil millones de dólares, por tres años y sin interés mientras no se utilice, los cuales podrán disponerse cuando se requieran. A su vez, Argentina abre una cuenta en favor de China por el equivalente del mismo valor pero en pesos (37 mil millones), que podrán aplicarse a compras en el mercado local, en iguales condiciones que el anterior. Así, supuestamente, se facilitaría el intercambio sin necesidad de obtener dólares (ni de las reservas internacionales ni debiendo adquirirlos en el mercado) y se asegura liquidez y crédito mutuamente, como una salvaguarda frente a un eventual endurecimiento de las condiciones financieras internacionales a raíz de la crisis.