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Crimen de Villa Gesell: el horrible reflejo del orden patronal

El 18 de enero una noticia estremeció al país: un joven de 19 años, Fernando Báez Sosa; había sido masacrado a golpes por una patota de rugbiers, en la ciudad balnearia de Villa Gesell. La noticia no tardó en extenderse por todo el país; generando tanto  una indignación masiva, como una avalancha de análisis e interpretaciones mediáticas respecto de cómo se llegó a ésta aberración. Ninguna de ellas osó señalar los puntos en común entre el comportamiento de estos rugbiers con el comportamiento de cada sector de poder.

No faltaron los que culparon a las drogas; aún cuando desde los primeros análisis se determinó que los rugbiers no tenían rastros de drogas en su organismo. Tampoco faltaron quienes señalen a la descomposición de la familia tradicional o a la “perdida de valores”; pese a que los sectores de dónde provienen los asesinos, se jactan justamente de su valores y su respeto a ese tipo de familia.

Y también están quienes fueron más allá; señalando al machismo y al racismo como los motores ideológicos de tal criminalidad, en base a los insultos de los rugbiers hacia Fernando (“negro de mierda”, ”puto de mierda”). Esto es mucho más correcto, ya que los asesinos pertenecen a círculos sociales fuertemente impregnados de esos prejuicios: sectores en los que- como en la vieja colimba- se talla por medio de la violencia el culto a la autoridad masculina, y el rechazo a todo lo que niegue esa masculinidad (mujeres, LGBT); así como la discriminación a pobres, inmigrantes, y no blancos. Círculos que se ven a sí mismos como superiores al resto de una sociedad que deben mantener a raya, demostrándole todo el tiempo que ellos mandan.

Pero estas explicaciones han venido teniendo una falla fundamental; al ignorar deliberada o inconscientemente la base de ese machismo y ese racismo xenófobo. Porque primero que nada, el crimen de Villa Gesell es un crimen de clase, una demostración de la criminalidad de una clase dominante xenófoba, racista, machista y asesina; otra criminal demostración de poder, como muchos otros asesinatos, golpizas e incluso violaciones. Y por cierto que sea que también hay crímenes racistas y machistas en otros sectores sociales; la realidad es que esas ideas nefastas son las ideas de las clases dominantes, las ideas con las que manejan la sociedad y los grupos menos conscientes de los sectores populares aceptan y reproducen. Una clase social dominante tan minoritaria como criminal y parásita, no solo va a engendrar criminales y parásitos; sino que va a cultivar toda idea que justifique tanto su comportamiento como el propio dominio sobre la sociedad.

La lucha puede romper esta cadena 

Como era de esperarse, la impunidad con la que cuentan los sectores sociales acomodados comenzó a despuntar desde el primer momento. Además de  haber llevado sus privilegios al otro lado de la reja, desde el principio se puede ver una tendencia judicial hacia la indulgencia; solidaridad con las familias de los asesinos, familias que justifican o relativizan el crimen. Solo la indignación generalizada impidió que los diez rugbiers fueran excarcelados: hasta ahora, solo fueron liberados dos.

Esto demuestra una vez más lo que nos enseñaron las Madres de Plaza de Mayo: que la única manera de arrancarle justicia a la ley patronal, es con la lucha, con la movilización; transformar el dolor y la bronca en organización y movimiento es lo único que derrota a la impunidad.

Y esa es justamente la fórmula para que no haya más casos como el de Fernando: luchar hasta acabar con el poder político y los privilegios de una clase dominante xenófoba, racista y machista; luchar hasta echarlos del poder, y barrer los prejuicios nefastos que han sembrado por siglos, construyendo una sociedad realmente igualitaria, basada en la libertad, la dignidad y el respeto; una sociedad socialista.