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EL GOBIERNO NOS EXPONE AL VIRUS Y LA MISERIA

Más de seis meses después de comenzada la pandemia, el mundo sigue sacudido por el virus y una crisis económica que solo encuentra precedente en la de 1930. Muy lejos se está de “lo peor ya pasó”. Según la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) las últimas semanas fueron las de más crecimiento de contagios: de los 10 millones de casos que se contabilizan en el mundo, 1 millón se detectaron en la última. Es así que en países en los que los gobiernos dijeron “ya pasó”, para abrir lo más rápido posible la economía, aparecen rebrotes y, en muchos casos, tienen que tirar atrás medidas de apertura.

El virus por los trabajos

            En nuestro país, con la “peste” en pleno ascenso quedan al desnudo las consecuencias de una política en la que los discursos y los hechos no concuerdan. La cuarentena acordada con los empresarios para no dejar de producir (y por lo tanto de aumentar sus ganancias) no evitó el aumento de los contagios, y la falta de medidas de fondo frente a la miseria, el hacinamiento, el hambre, la precariedad y los despidos, hacen de la cuarentena un imposible de aguantar para la mayoría del pueblo trabajador.

            Como siempre, las consecuencias las pagamos de este lado. El virus, que vino “exportado” por las clases altas que viajaron a Europa, se extendió en las villas, los barrios obreros y populares, las fábricas y lugares de trabajo. En donde no se dejó de trabajar los contagiados, aun sin testeos masivos, se cuentan por decenas: es el caso de muchas alimenticias como Felfort (ver página 4), Mondelez, Alijor, de muchos laboratorios, de fábricas del neumático, en el sector del transporte (ferroviarios, colectiveros, subte), textiles, metalúrgicas, frigoríficos, supermercados, comercios y sigue la lista. En la mayoría de los casos las empresas se niegan a hacer el testeo al conjunto de los trabajadores y trabajadoras, y a cerrar la producción.

            Aún con estas pruebas de los hechos, el ministro de desarrollo productivo, Matías Kulfas, coincidió con los Unión Industrial Argentina (UIA)  en que las fábricas “no son focos de contagios”. Y ahora nos venden como Fase 1 de la cuarentena, una en la que todas las industrias están operando, y por lo tanto los trabajadores y trabajadoras están viajando en trasporte público y circulando. No es fase 1, ni 2, es fase empresarial, cuidando más la ganancia patronal que la vida de los trabajadores y trabajadoras, con el acuerdo o silencio cómplice de la dirigencia sindical de la CGT y CTA, cuyo nivel de traición ya es moneda corriente. 

            La situación de los trabajadores y trabajadoras de la salud lejos está de ser la del cuidado que les corresponde por ser la “primera línea”: la falta de personal y de insumos los dejan en un nivel de exposición mucho mayor que el inevitable.  Y así las consecuencias: al miércoles 24 de junio 19 perdieron su vida y se contabilizan más de 3500 infectados e infectadas. Las denuncias y protestas realizadas por los trabajadores y trabajadoras del Durand, el Rivadavia, por la CICOP, de la Confederación Médica Argentina, etc. casi no tienen lugar en los medios.

La debacle económica

            Pero los únicos números de terror no son los del COVID-19. Los de la economía mundial y nacional dan escalofríos. Según la Organización Internacional del Trabajo en el segundo trimestre de 2020 ya se perdieron 400 millones en empleos y se prevé una caída de la economía mundial de, como mínimo, 4,9%.

            Los datos en el país no son más alentadores: el mismo informe de la OIT prevé una pérdida de 860.000 empleos solo por la pandemia. El sector más afectado son las trabajadoras ya que el 40% trabaja en los cuatro sectores más afectados por la crisis (gastronomía, comercio, industria manufacturera, hotelería), lo cual tendrá consecuencias sobre la ya terrible situación de violencia y opresión.

            Los diarios económicos hablan de derrumbe de la economía argentina, registrando cifras inéditas como la caída del 26,4% de la economía en abril, en relación al mismo mes del año pasado, y la previsión de un 10% de caída anual que hace el FMI (ver página 5)

            Todos estos números negativos que para los economistas son solo cifras, sabemos lo que significa para las vidas del pueblo trabajador: más desempleo, más miseria, suspensiones, rebaja salarial y la certeza de un futuro mucho peor.

 

La deuda o la vida del pueblo trabajador

             Estamos realmente ante un panorama aterrador y las políticas del Gobierno, más allá de los discursos, no están en función de las necesidades del pueblo trabajador. La cuestión de la Deuda Externa es una prueba más de esto.

            Hace meses se anunció con bombos y platillos la renegociación de la deuda, como una acción “soberana”. Lo primero que hay que decir es que de “soberana” no tiene nada, porque renegociar es en función de seguir pagando una deuda ilegítima, fraudulenta, y de la que nunca llegó un peso al pueblo trabajador, muestra de esto es que hasta el FMI apoya dicha renegociación. Lo segundo que se debe destacar es que, en meses de idas y vueltas, ofertas y contraofertas, se siguieron pagando millones en concepto de intereses de deuda (mientras el 40% del país está en la pobreza y más del 15% de los niños y niñas pasan hambre). Y finalmente, de la primera oferta hecha por el Gobierno poco queda y, propuesta tras propuesta, se les sigue mejorando lo ofrecido a los fondos especulativos, tratando de que acepten antes del 24 de julio.

            Es decir que mientras se recorta la tercera tanda del, ya de por sí miserable, Ingreso Federal de Emergencia (porque solo será para algunas zonas), mientras se posterga la movilidad jubilatoria, mientras los sueldos son devorados por la  inflación y los aguinaldos se pagan en cuotas, mientras los trabajadores y trabajadoras de la salud exponen sus vidas todos los días sin insumos adecuados, a los bonistas se les mejora la oferta. ¿Alguna duda de cuál es la prioridad?

Segunda Independencia o mayor sometimiento

            Ante la debacle mundial en la que estamos, no hay lugar para medias tintas. Las potencias imperialistas y las multinacionales hace décadas que aumentan el saqueo en los países dependientes y ahora intentarán profundizar aún más para intentar salir de la crisis. El gobierno de Alberto Fernández habla mucho en sus discursos de soberanía, pero ni siquiera es consecuente con las propias medidas que anuncia: el paso hacia la Soberanía Alimentaria que se anunciaba con la expropiación de Vicentín parece haber quedado en el basurero de la historia, junto con el decreto anti despidos.

            El gobierno habla de soberanía, pero no solo prioriza pagar la Deuda, sino que también rinde tributos a las empresas multinacionales como con los subsidios para el pago de los sueldos (ATP),  el acuerdo del “barril criollo” firmado con las petroleras o los mínimos impuestos que se le cobran a las mineras.

            A 204 años de la Declaración de la Independencia la pelea por la soberanía nacional es cada vez más necesaria, si no queremos terminar siendo nuevamente una colonia como lo fuimos de España. Para parar con el saqueo de nuestros recursos naturales y de nuestra fuerza de trabajo, hay que dejar de pagar la Deuda Externa y poner todo al servicio de las necesidades de la mayoría de la población. Y eso no lo lograremos “pidiendo por favor”. Tal como hicieron en 1810 es necesario hacer una revolución, una nueva revolución de independencia, para imponerla por segunda vez y definitiva.

            Este Gobierno ya mostró que no está al servicio de eso, porque quien gobierna con y para los empresarios y las multinacionales, no puede realmente defender la soberanía. El kirchnerismo ya gobernó doce años y no fuimos más independientes.

No podemos esperar que aparezcan salvadores, solo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y nuestra organización, pasando por encima a la dirigencia sindical traidora que hoy es un obstáculo para dar cualquier pelea.

El camino está marcado por luchas que ya se están dando: los trabajadores y trabajadoras de la salud, los colectiveros de UTA y los de la construcción peleando en distintas provincias del país, los mineros de Santa Cruz luchando por paritarias, las trabajadoras y trabajadores de La Nirva, de FelFort, de Alicorp, de Penta, de Bed Time, de Fadete, entre tantos otros. Tenemos que empezar ese camino de independencia apoyando todas las luchas, coordinando y organizando desde abajo lo que los traidores sindicalistas no hacen, hasta imponer un plan obrero de emergencia para terminar con la pandemia, y lograr trabajo, salarios iguales a la canasta familiar, vivienda, salud y educación para todos y todas. 

               La Segunda y Definitiva Independencia será una tarea que encaremos los trabajadores y trabajadoras o no será. Desde el PSTU estamos al servicio de que sea.  

 

3 de Julio de 2020.-