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Entrevista a Karina Lamagna, hermana de Diego, uno de nuestros mártires del 2001 “ … DIJO: ‘ESTO NO DA PARA MÁS’… Y NUNCA VOLVIÓ…”

Diego Lamagna tenía 27 años ese diciembre de 2001. Siendo parte de una juventud víctima del saqueo neoliberal, se movilizó por su cuenta a Plaza de Mayo para repudiar la represión y el vaciamiento del Gobierno de Fernando De la Rúa, y fue asesinado por la Policía Federal. Avanzada Socialista entrevistó a su hermana Karina, que desde hace veinte años viene luchando para encarcelar a sus asesinos, a los culpables materiales e ideológicos del homicidio, ante el encubrimiento de los gobiernos de turno.

AS: ¿Quién era Diego Lamagna? 

K: Diego era (hablar en “era” no me gusta, pero me veo obligada) un pibe que perdió a su papá a los 11 años, que lo apretó la miseria y salió a laburar hiper precarizado a esa edad en comercios vecinos de Sarandí; a esa edad abrazó también una práctica deportiva poco conocida para los 90′, el BMX. 

Tratamos de aliviar la carga que tenía mi mamá, viuda, sin ayuda estatal y con tres hijos (6 Lorena, 11 Diego, 13 yo) los dos salimos a bancarla, afortunadamente algún peso pudo ir destinado a comprar su primera bici, la encontró en el “Segunda Mano” [NdR: revista de clasificados de los ‘90]. Recuerdo ir y volver caminando cuando la fuimos a buscar (a la bici) a Barracas desde Sarandí.

Mi vieja no quedó bien cuando murió mi viejo, así que nosotros formamos un dique para protegernos. Diego laburaba de noche y de día entrenaba, tenía auspiciantes y era muy reconocido [en el ambiente del BMX]: de hecho, lo sigue siendo.

Él tenía planes para el 2002. Pero el 2001 comenzó con el femicidio de mi hermana de 22 y llegaron a ajustar la pensión de mi mamá. Diego era reconocido como mencioné, en un ámbito dónde era necesario además de talento tener medios económicos. Entonces continuó trabajando hasta unas semanas antes de su asesinato, pero no solo ayudaba a mi mamá, sino también a otres pibes en la misma situación

Diego estaba en Carlos Paz construyendo un predio de BMX, llegaban las fiestas, y yo que vivía en Puerto Madryn ya había viajado seis veces por la investigación del femicidio de mi hermana, y por la guarda de sus chiques. Diciembre ya me encontró fundida totalmente y vulnerada en mi trabajo, así que acordé con Diego que acompañaría en las fiestas a la vieja. Diego llegó a mediados de diciembre a Sarandí, sintiendo el dolor de la pérdida de Lore y el ajuste, y habiendo sido testigos los movimientos sociales tanto en Córdoba como en Sarandí.

Vio las imágenes del 19 del Congreso y se anotició del estado de sitio. El 20 vio como las madres eran reprimidas por los caballos mientras tomaba mate con mi mamá de almuerzo, se calzó la visera, dijo “esto no da para más”…  y nunca volvió.

A Diego lo matan policías que estaban en Avenida de Mayo y Tacuarí. Esto es muy importante remarcar para no reproducir el discurso policial de “fueron locos sueltos”: los policías disparaban con su arma reglamentaria (escopetas 12/70) a los manifestantes, a todes de la cintura para arriba. Para encubrirse, la policía luego inventó que hubo ataques entre manifestantes con tumberas, y montones de mentiras más, pero la realidad es esa: Diego se manifestaba en el momento más caliente de la represión policial y lo mató la policía.

AS: ¿Cómo empezó esta lucha por justicia?

K: Nos enteramos de su asesinato por la tapa del Clarín del día 21/12. Sus amigos trataron de buscarlo, pero tuvieron que llevar a la morgue a mi mamá ya que los cuerpos no estaban identificados. Yo llegue el día 22: ese día ya estaba el cuerpo en el comedor de casa, pero sin DNI.

Fui a Comodoro Py, me recibió la jueza Servini de Cubría, realicé la denuncia, busqué dónde lo había llevado el SAME (el Hospital Argerich) junto con su DNI, pero sus pertenencias estaban en la Comisaría de la Boca.

Fui. Allí me maltrataron y me arrojaron sus pertenencias. Necesitaba su DNI para enterrarlo, y me lo dieron meado, yo pensé que habían sido ellos, los ratis. Pero después de un tiempo supe que cuando alguien agoniza se mea. Había huelga en el cementerio: lo enterramos recién el 24 de diciembre. 

AS: ¿Cómo se desarrolló la causa contra los asesinos? ¿En qué estado está en la actualidad?

Después de esos días me entrevisté con Rodríguez Saá. Entramos con mi compañero, solos, a que nos atienda. Ya sabemos su fin. Seguí buscando testigos, busqué abogados y di con el CELS.

Pero a pesar de la contundencia de las imágenes y los testimonios, el juicio recién inició en 2014. En 2016 se condenó a la cadena de mando del operativo de calle y a algunos de los policías. Bonadío se encargó de sobreseer a De la Rúa, que fue quien dio la orden de despejar las calles para mantenerse en el poder. El estado de sitio fue decretado sin darle intervención al Congreso que no estaba de receso, sino en sesiones extraordinarias. Tampoco había conmoción interior ni ataque exterior para declararlo.

A la fecha nadie cumple prisión efectiva, siguen peleando los años de pena (no su inocencia), y el juicio es histórico, jamás hubo condenas a funcionarios. Siguen postergándolas, a pesar de que fueron declarados culpables, en primera instancia, y en casación también. Aún esperamos sentencia firme.

AS: ¿Tuviste apoyo gubernamental o de algún otro sector de poder en estos años? 

K: No. Ninguno. Todos los lugares de homenaje fueron conseguidos por mi gestión, en soledad. Jamás cobramos ninguna indemnización o subsidio. Yo me ocupé económicamente de mi vieja, en esos quince años de agonía entre el asesinato de Diego y su propia muerte, y cuando falleció tuve que dar vueltas ocho horas con su cuerpo para conseguir plata para velarla.

Nadie jamás me contactó de parte de la CGT o alguna otra organización similar. A los grandes medios solo les interesa operar. Incluso algunos que una cree compa, hoy y ayer negocian la sangre. Por eso estoy sola en esta lucha. 

AS: ¿Cómo te gustaría que se lo recuerde a Diego?

K: Me gustaría que siempre se lo recuerde volando alto, en las antípodas de los rastreros que lo mataron y de los que negocian la sangre derramada. Yo es lo único que quiero. Nunca más lo voy a volver a tener.