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Estudiantes de Hong Kong desafían a la dictadura china

Estudiantes universitarios ocupan las calles del centro (llamado Central) de Hong Kong y boicotean aulas por una semana para exigir elecciones democráticas en 2017.

Hong Kong, un “protectorado” chino, vive días de tensión y de mucha movilización desde que un grupo de activistas pro democracia desafió al gobierno local y al gobierno central de Pekín con el lanzamiento del movimiento “Ocupar el Centro Financiero con Paz y Amor”, que promete abrir “una nueva era de desobediencia civil” en la ciudad, según los organizadores.

El movimiento, inspirado en los varios movimientos “Occupy”, como el Occupy Wall Street, que barrieron los Estados Unidos y países de Europa desde el año pasado, planea bloquear los edificios del centro financiero y la sede de gobierno para protestar contra una nueva ley electoral impuesta por el Comité Ejecutivo del Congreso del Pueblo de China, válida sólo para Hong Kong.

Los estudiantes universitarios apoyaron la idea en masa y se anticiparon: aprobaron una huelga de una semana, a partir del 22 de setiembre, en apoyo al movimiento. Hong Kong tiene una población de 7,2 millones de habitantes y 78.000 estudiantes universitarios. El primer día de la huelga, cerca de 13.000 participaron de la protesta, pero se estima que por lo menos la mitad no fue a las aulas.

Alex Chow, secretario general de la federación estudiantil, dijo que “queremos que el Partido Comunista entienda que los estudiantes y jóvenes de Hong Kong no van a obedecer esta decisión absurda”, además de esperar que su acción inspire otras huelgas, como las de trabajadores.

La huelga fue asumida por miles de estudiantes que se reunieron en el campus universitario el primer día, protegidos con paraguas debido al tórrido sol, pero también como un “escudo” contra los gases pimienta y lacrimógenos. Los estudiantes secundarios también se juntaron al movimiento por un día, lo que ocurrió el viernes 26 de setiembre.

Y fue el día 26 que miles se reunieron en el centro financiero y comenzaron a bloquear las calles y edificios. Centenas de estudiantes consiguieron sorprender a la policía y sobrepasar la cerca de protección de la sede de gobierno, llevando otros miles a ocupar el espacio del frente del edificio, y fueron retirados sólo al día siguiente, aun cuando el espacio del frente haya permanecido ocupado. Setenta y cuatro estudiantes fueron presos durante la represión policial y muchos otros fueron alcanzados por los gases.

La represión policial volvió a ocurrir el domingo por la noche. Según el periódico Daily’s People, del Partido Comunista de China, “decenas de bombas de gas fueron tiradas contra los activistas reunidos cerca de la sede de gobierno después de las 18 horas. A pesar de eso, el bloqueo del tránsito en el corazón de la ciudad continuó toda la noche”.

El periódico afirmó también que el gobierno de Hong Kong está resuelto a oponerse a la ocupación ilegal hecha por “Ocupar el Centro Financiero”, según el gobernador Leung Chun-ying. “La policía va a continuar manejando la situación de acuerdo con la ley”, dijo.

La reforma electoral

Hong Kong fue una colonia inglesa desde 1841 hasta 1997, cuando el ejército chino ocupó la ciudad y, luego de un acuerdo con Inglaterra y los Estados Unidos, se la declaró parte del territorio chino, pero regida por leyes especiales, la llamada Ley Básica. Esta Ley garantiza algunas libertades democráticas a la población, como los derechos de expresión, de prensa, de reunión y de religión, inexistentes en el resto de China. Sin embargo, no garantiza el derecho de la población a elegir su gobernante.

Así, desde 1997, el gobernante de Hong Kong (llamado Jefe Ejecutivo) es escogido por un colegio electoral de 1.200 personas indicadas por el gobierno central de China, que garantizan siempre una elección de acuerdo con la voluntad del Partido Comunista de China (PCCh). El actual Jefe Ejecutivo, por ejemplo, fue electo en 2012 con 689 votos.

En 2007, sin embargo, el Congreso del Pueblo aprobó una reforma electoral que definía la elección del gobernante de Hong Kong por sufragio universal en 2017. Pero mantuvo el artículo 45 de la Ley Básica, que establece que en la eventualidad de elección directa los candidatos serán “nominados por un comité representativo amplio, de acuerdo con procedimientos democráticos”.

El 31 de agosto pasado, el Comité Ejecutivo del Congreso del Pueblo reglamentó el proceso y definió que el “comité representativo amplio” que debe aprobar previamente a los candidatos por mayoría sería el mismo comité que actualmente elige al Jefe Ejecutivo.

Con este procedimiento, el gobierno chino garantiza que sólo candidatos “aceptables” puedan participar del proceso electoral, lo que torna una farsa el proceso de “libre” elección. Según el presidente del Comité Ejecutivo del Congreso del Pueblo, Zhang Dejiang, “los candidatos no precisan amar al Partido Comunista, pero no pueden oponerse al partido y al gobierno de partido único”. Esto es, a pesar de que la población elija un gobernante, el gobierno real de Hong Kong continuaría siendo el Partido Comunista.

Es contra esta imposición que la juventud de Hong Kong está luchando. Según ellos, o se revoca esta decisión o se veta la reforma electoral propuesta (este mecanismo es posible desde que haya un número suficiente de opositores en la institución judicial de Hong Kong), pues aceptarla equivale a abandonar la lucha por democracia que existe en Hong Kong hace varios años.

¿Un país, dos sistemas? 

Cuando la Ley Básica fue aprobada, el PCCh justificó la concesión de algunas libertades a la población de Hong Kong con la famosa fórmula de “un país, dos sistemas”. Según el partido, lo que valía para Hong Kong no valía para China, pues mientras en aquella ciudad reinaba el sistema capitalista, en el resto del país existía otro sistema, el “socialismo con características chinas”.

En términos prácticos fueron aplicadas una serie de reformas de la economía, conocidas como las “cuatro modernizaciones”, cuyo objetivo oficial era fortalecer el socialismo con la adopción de algunos mecanismos de mercado para dinamizar la economía, instituyéndose el “socialismo de mercado”.

A estas medidas iniciales le siguieron la expropiación de amplios sectores del campesinado y el permiso de instalación de “empresas familiares” en el campo, la abertura de “zonas especiales” en el litoral, donde empresas capitalistas podían establecerse libremente, y la privatización de las empresas estatales que habían surgido luego de la revolución socialista de 1949.

Este proceso de implantación del capitalismo bajo la dirección dictatorial del Partido Comunista sufrió una fuerte reacción en 1989, cuando amplios sectores de la juventud y obreros comenzaron a organizarse en partidos y sindicatos independientes del PCCh para exigir el fin del hambre en el campo, el fin de la corrupción en los organismos del Estado, y libertades democráticas. El fin de este proceso fue conocido con la “masacre de la Plaza Tiananmen”, la principal plaza de Pekín, frente a la sede de gobierno, que estaba ocupada por los manifestantes. Los tanques de la dictadura invadieron la plaza causando la muerte de centenas de opositores al régimen, además de la prisión de miles. El número de muertos nunca fue divulgado.

Luego de 1989 el proceso de privatización y el retiro de las conquistas obreras logradas con la revolución fue acelerado y en 1997, fecha de instauración de la Ley Básica de Hong Kong, el sistema capitalista ya estaba plenamente establecido en China.

Por eso, la afirmación del PCCh de que habría dos sistemas opuestos en la época (y hasta hoy) no pasa de una nube de humo para esconder dos hechos: tanto en Hong Kong como en China el sistema económico es capitalista y el régimen político en las dos regiones es el de una dictadura capitalista bajo la mano de hierro de un partido cuyo nombre, por tradición, es “comunista”.

Por lo tanto, lo que existe de hecho es “un país, un sistema”. Un país de sistema capitalista con un régimen político dictatorial.

La respuesta del PCCh

Basta ver la reacción del PCCh frente a la lucha de la juventud de Hong Kong para que esta afirmación quede bien clara.

La respuesta política fue típica de las dictaduras sudamericanas y de otros países: la represión más brutal, como ya fue visto, y las amenazas por medio de la prensa. En un artículo del 1 de setiembre, luego de una pequeña manifestación de protesta llamada por el movimiento “Ocupar el Centro Financiero”, el Global Times (site controlado por el PCCh) acusa a la “oposición radical” de ser un “tigre de papel” y afirma que: “ellos serán llamados a prestar cuentas si recurren al enfrentamiento ilegal… Hong Kong no es Ucrania; si grupos radicales de oposición no entienden eso y creen que pueden tener un papel dominante en la reforma política de Hong Kong, entonces los hechos les darán una lección”.

Obviamente, son más que hechos, son las balas y cañones de la dictadura apuntados a los manifestantes si ellos osaren tener una política independiente, como osaron hacerlo los manifestantes de Ucrania.

Pero es en el terreno económico que la dictadura se esmeró. El primer día de la huelga estudiantil, Xi Jinping, líder del PCCh y presidente de China, se reunía con los mayores millonarios de Hong Kong para garantizar que no iba a cambiar las reglas establecidas y, obviamente, para exigir su apoyo a cambio del privilegio, que los tornó millonarios, de continuar explotando a la clase obrera china bajo la protección de la dictadura.

Entre los convidados del presidente, que reunidos poseen una fortuna valuada en decenas de miles de millones de dólares, estaban Stanley Lau, presidente de la Federación de las Industrias de Hong Kong; Lee Shau-kee, presidente del Grupo de desarrollo inmobiliario Henderson; Peter Woo Kwong-ching, de la Holding Wharf. Pero la estrella del encuentro fue Li Ka-shing, dueño de la Holding Cheung Kong, el hombre más rico de Asia, con una fortuna de U$S 30,7 mil millones, de acuerdo con la revista Bloomberg. Xi Jinping estuvo encantado de salir a su lado en la foto oficial del encuentro.

No hay nada más sintomático para un gobierno de un país capitalista que recurrir a los propios capitalistas para asegurar el “orden” y la tranquilidad para que ellos puedan continuar explotando a la clase obrera, sea en Hong Kong o en la China.

Pero el escenario no sería completo si los eternos aliados de los patrones contra los trabajadores no surgiesen en escena: la burocracia sindical. Una delegación de la Federación Sindical de Hong Kong, encabezada por su presidente, Lam Shuk-yee, fue recibida por el presidente del Comité Ejecutivo del Congreso del Pueblo, Zhang Dejiang. Este dijo que “esperaba que los dirigentes sindicales mantuviesen sus principios de patriotismo y amor a Hong Kong” y pidió que la “federación mejorase sus servicios y contribuyese más a la prosperidad y estabilidad de Hong Kong”. Es claro que estos señores se dispusieron en el momento a colaborar con la prosperidad de los capitalistas y la estabilidad de la dictadura en Hong Kong, a cambio de la mantención en sus cargos.

La hipocresía del imperialismo 

Los principales vehículos de comunicación del imperialismo, como el periódico New York Times, vienen cubriendo sistemáticamente las protestas, exigiendo que el gobierno chino conceda las libertades democráticas por las cuales la población de Hong Kong lucha. Pero revela su verdadera cara al afirmar, en el editorial del 1 de octubre, que “tal resultado [de una fuerte represión, N. de A.] sería devastador para la población de Hong Kong y dañaría severamente la estabilidad política que corporaciones internacionales han aprovechado hace mucho tiempo al establecer sus negocios allá”.

Las multinacionales se establecen en Hong Kong para tener las mismas ventajas que la burguesía local en la explotación de la clase obrera china, pues gozan de un status especial en relación con las empresas consideradas extranjeras. Y esa es la gran preocupación del imperialismo, no perjudicar sus negocios en la “fábrica del mundo” china.

Tanto es así que en ningún momento critican el hecho de que Inglaterra haya colonizado Hong Kong por más de 150 años sin nunca haber realizado una única elección. En los años de 1960 y 1970, por ejemplo, ocurrieron protestas en masa, incluso algunas rebeliones, contra el dominio inglés y la falta de democracia, que fueron reprimidas por la policía colonial, de la misma forma que hoy hace la dictadura del PCCh. Es el muerto asustándose del degollado…

¡Otra Plaza Tiananmen no!

La juventud y la población de Hong Kong corren un gran riesgo. El espectro de la masacre de Tiananmen ronda el centro financiero de la ciudad y no son pocos los que recuerdan el trágico resultado ocurrido hace 25 años. Aún más porque todos los años la ocupación de la Plaza es recordada con actos de masa en la ciudad, mientras su simple mención es duramente reprimida en el resto de China.

Para la dictadura china es crucial impedir que esta lucha se amplíe y alcance a sectores obreros de la ciudad, repitiendo la alianza obrero-estudiantil ocurrida en 1989. Esto puede abrir un precedente para las luchas democráticas en el resto del país y generar una situación que puede escapar de control.

Y eso cuando el crecimiento económico deja de ser tan vigoroso como en los años anteriores, lo que podría unificar las luchas económicas, muy comunes en China, con las luchas por la democracia, una mezcla explosiva.

Es necesario que la juventud en lucha y los trabajadores de Hong Kong reciban la más amplia solidaridad de los luchadores democráticos y sociales de todo el mundo. Es sólo así que tendrán la fuerza necesaria para enfrentar a la dictadura del PCCh y para construir sus propias organizaciones independientes del gobierno del PCCh, de los patrones y de las instituciones ligadas a la dictadura, como las Federaciones Sindicales de China y de Hong Kong.

Traducción: Natalia Estrada.