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Malvinas y la lucha por la Segunda Independencia

Este 2 de abril se cumplen 33 años de la guerra de Malvinas y como todos los años los medios de comunicación y los políticos patronales, hoy kirchneristas o de oposición, se esmeran en su campaña de “desmalvinización”. Machacan una y otra vez sobre la conciencia de los trabajadores, y especialmente de los jóvenes, que fue un gran error enfrentarse al imperialismo porque era imposible vencerlo. Y que la masiva movilización en apoyo a la guerra, fue una astuta manipulación del pueblo argentino por parte de los militares genocidas. Desde el PSTU discrepamos completamente con estas posiciones y reivindicamos con orgullo los análisis y participación de nuestra corriente, representados por el entonces proscripto PST y por nuestra organización internacional la LIT-CI, fundada a comienzos de 1982.

Una gigantesca movilización antiimperialista que acorraló a la dictadura 

El crecimiento de la inflación, los despidos y suspensiones en las automotrices incentivaban el odio obrero y popular contra los militares. El 30 de marzo una multitudinaria marcha obrera de la CGT a Plaza de Mayo, fue duramente reprimida. Acorralada por la crisis, la Junta Militar presidida por el Gral. Galtieri decide ocupar las Malvinas. Calculaba ingenuamente que sería apoyada por el imperialismo, en pago de tantos servicios prestados, y que esto le garantizaría popularidad y una sobrevida. Los militares no entendieron que estaban cuestionando el orden mundial de países imperialistas y países dominados, y que eso era imperdonable para sus amos.

La respuesta fue inmediata. Thatcher, primera ministra británica, nos declaró la guerra y envió la más grande fl ota desde la crisis del canal de Suez. La ONU emitió una declaración condenando la ocupación. Los gobiernos “socialistas” de Francia y España respaldaron a Gran Bretaña al igual que el resto de los países imperialistas europeos y EEUU.

Como contracara de este frente contrarrevolucionario, la movilización obrera y popular antiimperialista rompió todos los diques y se hizo incontenible. En las fábricas, oficinas, colegios y universidades centenares de miles de trabajadores y estudiantes se organizaban por su cuenta para hacer colectas, donar sangre y anotarse como voluntarios. Se hacían actos y marchas en centenares de ciudades y pueblos. La movilización atravesó las fronteras y se hizo latinoamericana e internacional: 150.000 marcharon en Perú en solidaridad con la Argentina; portuarios peruanos, mejicanos, colombianos y venezolanos boicotearon las naves inglesas, y además se hacían listas de voluntarios para combatir. También hubo gobiernos como el de Perú, Cuba, Nicaragua y Libia que ofrecieron armas.

Se podía ganar la guerra 

La dictadura genocida, que nunca quiso hacer una guerra contra el imperialismo, se encontraba en un callejón sin salida. Quienes vinieron entonces en ayuda de los militares fueron el Papa y la Iglesia, que el 11 de junio organizaron una enorme movilización en nuestro país por la “paz”-mientras bendecían la agresión británica- con el apoyo de los partidos patronales y hasta de algunos de izquierda.1

El PST denunció el carácter derrotista y contrarrevolucionario de esta marcha y llamó a no concurrir. Tres días después se rindió Puerto Argentino y la indignación popular estalló en una movilización que obligó a renunciar a Galtieri y a la disolución de la Junta de comandantes, máxima autoridad del país. Luego de varios días asumió el Gral. Bignone apoyado por el ejército y la Multipartidaria,2 con el mandato de convocar a elecciones. Ganar la guerra solo era posible apoyándose en la inmensa movilización obrera y popular y aplicando un programa que atacara la dominación imperialista. Y que por lo tanto sirviera para superar a la propia conducción traidora de los militares genocidas, incapaces de aplicarlo. El PST y la LIT-CI, que estuvieron en primera fila apoyando e impulsando la movilización nacional e internacional propusieron ese programa. Planteábamos, entre otras medidas, la incautaciónde las propiedades inglesas y el no pago de la deuda externa, duras sanciones contra los países aliados en la agresión imperialista, aceptar la ayuda militar de otros países y plena libertad de organización y movilización para los trabajadores y el pueblo. La lucha por la Segunda Independencia tiene como referencia ineludible las conclusiones de esta gran gesta.

Notas:

1) El PJ y la UCR que habían guardado silencio durante la guerra se sumaron entusiastas e incluso hasta el Partido Obrero (entonces Política Obrera) llamó a concurrir para “cambiarle el contenido”, siendo lamentablemente funcionales a esta maniobra contrarrevolucionaria.
2 ) Acuerdo de los partidos patronales de esa época, encabezados por el PJ y la UCR, para negociar con la dictadura una salida pacífica y ordenada del poder.



Hay miles de “Malvinas” en el territorio argentino

Dentro de su demagogia “nacional y popular” y por “la segunda independencia” Cristina siempre reservó un lugar privilegiado para el reclamo a Gran Bretaña de una negociación por la soberanía en las Malvinas. Al igual que sucedió con tantos gobiernos anteriores su prédica en favor de la diplomacia -con tanto discurso en las Naciones Unidas- no ha dado ningún resultado.

Mientras tanto el territorio argentino sigue poblado de miles de “Malvinas”, recursos fundamentales del país que están en manos de multinacionales yanquis, europeas y, ahora, chinas, no menos “piratas” que los que ocupan las islas. Empezando por decir que las mejores tierras del país, las más productivas de la pampa húmeda y de otras regiones, las grandes reservas de agua potable como el acuífero guaraní, son propiedad privada de empresas y millonarios imperialistas, abarcando una superficie superior a la de la provincia de Buenos Aires.

El reciente acuerdo con Chevron para la explotación del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta es un caso más de entrega de nuestras riquezas naturales, tal como sucede con la explotación de las minas más ricas del país por la Barrick Gold.

La mayoría de las principales plantas industriales del país, incluyendo todas las automotrices y las grandes autopartistas llevan marcas como General Motors, Ford, Toyota, Honda, Renault, Mercedes Benz y demás. El comercio exterior de granos -la principal riqueza argentina y la principal fuente de divisas- y en general el manejo de exportaciones e importaciones está en manos de pulpos internacionales y lo mismo sucede con la banca privada. Tanto es así que el 70 por ciento de la economía argentina está en manos de las multinacionales y los banqueros internacionales. Y el 30 por ciento restante está en manos de capitalistas locales más que contentos con ser socios minoritarios de esas multinacionales y banqueros internacionales que dominan nuestra economía.

Y ellos son los que nos imponen hoy a través del gobierno kirchnerista, con el apoyo de todos los partidos patronales de oposición y las corruptas conducciones burocráticas de los sindicatos, el ajuste de techos por debajo de la inflación en las paritarias, despidos y suspensiones y precariedad laboral creciente e impuesto al salario. Esto indica que el camino de una auténtica Segunda Independencia pasa por terminar con los gobiernos sirvientes del imperialismo, a través de la movilización obrera y popular. Y teniendo como norte la estatización bajo control de los trabajadores de todas las “Malvinas”, las principales palancas de la economía, para que estén al servicio de las necesidades populares.
Y que ello sea parte de una inmensa movilización obrera y popular continental para expulsar al imperialismo de toda América Latina, incluidas las Islas Malvinas.