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MUJERES EN PRIMERAS LÍNEAS ENFRENTAN LA VIOLENCIA ESTATAL

El COVID-19 propaga enfermedad y muerte por nuestro continente. Paralelamente, en nombre de salvar la economía – en realidad los opulentos bolsillos de unos pocos – los gobiernos intentan arrebatar a la clase trabajadora y sectores populares los derechos más elementales: comer, trabajar, tener un techo, educarse, curarse. Los pueblos latinoamericanos se rebelan y allí están las mujeres, protagonistas fundamentales.

A veces forman parte de los contingentes juveniles que están al frente de la pelea, como las jóvenes chilenas de la Plaza “Dignidad”, las estudiantes paraguayas en lucha por la universidad pública o las jóvenes colombianas que portan los carteles de “Fuera Duque asesino”. Vencen siglos de prejuicios, resisten junto a sus pares varones: son escuderas, tirapiedras o integran “piquetes sanitarios”.

Pero no solo las de menor edad toman riesgo. En Chile, las “Madres de la Primera Línea”, daban batalla contra la policía en las manifestaciones autoconvocadas, formando un muro delante de la aguerrida juventud. Actualmente en Colombia, un grupo se constituyó también como “Mamás Primera Línea”, a fin de evitar que las fuerzas antidisturbios avancen sobre les jóvenes movilizades. Perú, a fines de 2020, vio el triunfo de las obreras y obreros del agro luego de una semana de huelga y bloqueo de autopistas. Hicieron retroceder una ley esclavista y en beneficio de los grandes empresarios. 

Los gobiernos de Piñera, Duque, Sagasti o Benítez/Cartes, contragolpean con brutal represión: muertes, desapariciones, heridas, mutilaciones, violencia sexual, violaciones, presas y presos políticos. Los partidos amigos del poder y la prensa complaciente dan el aval.  Las direcciones sindicales tradicionales, el Vaticano y las distintas iglesias intervienen para frenar las luchas. 

Hasta hoy esa violencia estatal no ha conseguido detener esa marea revolucionaria que tumba leyes, reformas, ministres, presidentes. El grito colectivo de Abajo Piñera o Fuera Duque, por ejemplo, expresan que las reivindicaciones por la igualdad femenina y del resto de los oprimidos se van integrando a programas de lucha de toda la clase trabajadora y de los sectores populares. 

Pero para un triunfo que perdure, necesitamos una salida latinoamericana, que desborde a las direcciones tradicionales, se autoconvoque, organice y profundice las acciones de autodefensa, impulse la coordinación por el no pago de las Deudas Externas, frenar las reformas laborales y previsionales, romper el sistema de patentes y fabricar nuestras propias vacunas, derrotar la criminalización de la protesta social, erradicar la violencia machista. En fin, necesitamos orientar las peleas hacia una nueva revolución continental, esta vez dirigida por la clase obrera, por una Segunda y Definitiva Independencia del imperialismo

 

Las dos veredas de la participación femenina

Los últimos años registran a las mujeres participando cada vez más, en todos los ámbitos de la vida política y social.

Sin embargo el hambre y la muerte, pandemia mediante, impuestos por el sistema capitalista en que vivimos genera choques en los que será excepcional la lucha unida y masiva de mujeres de distintas clases sociales, como se dio por ejemplo contra la violencia machista con  Macri presidente.

La regla será encontrar mujeres en campos políticos y sociales antagónicos. Lo confirman las peleas que se dan en Latinoamérica y en el mundo.

El estallido en Chile, mostró que tanto los partidos neoliberales como los de la Concertación, incluso con una mujer, Michelle Bachelet, al mando del Estado, o con la incorporación de la líder estudiantil Camila Vallejo como Diputada, mantuvieron la Constitución de Pinochet, cuestionada por las miles de mujeres que salen a la pelea desde octubre de 2019.

El movimiento de mujeres palestinas Tal’at afirma que no hay una nación libre sin mujeres libres y se rehúsa a cooperar con las organizaciones feministas sionistas, uniendo el combate al machismo con la lucha por la liberación nacional.1

En tanto, las mujeres trabajadoras y de sectores populares de Chile, Perú, Paraguay, Colombia, luchan codo a codo con los hombres de su misma clase y el desafío es fusionar las reivindicaciones femeninas con las de esas peleas. 

Desde el PSTU y Lucha Mujer queremos polemizar fraternalmente con  compañeras de organizaciones feministas, con quienes compartimos las calles, que plantean la “hermandad de las mujeres”. Es impracticable, porque la actividad femenina también está regida por la lucha de clases y eso hará que la participación de las mujeres se intensifique, pero confrontando entre sí: mandatarias, ministras, legisladoras, juezas de los partidos del régimen con luchadoras sociales, sionistas con palestinas, patronas con obreras. 

 

1Declaración de la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI), 18/05/2021