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MURIÓ ETCHECOLATZ: LA IMPUNIDAD GENOCIDA SIGUE VIVA

A los 93 años, el represor condenado finalmente dejó de existir

 

Purgando varias cadenas perpetuas en la unidad penal de la guarnición militar de Campo de Mayo, el Jefe de la División de Inteligencia de la Policía Bonaerense de 1976 a 1979 falleció en la madrugada de este sábado 2 de julio. 

Al mando de por lo menos 20 campos de concentración durante la última Dictadura, Etchecolatz fue un represor fanático, sangriento y brutal: la clase de matón que necesitaban los sectores de poder para tratar de disciplinar a un pueblo trabajador que resistía bravamente al avance de la colonización y el vaciamiento del país. Y desde 1983 hasta su muerte; fue el símbolo de la impunidad genocida: no se tomó la molestia de huir del país, no dudó en amenazar (incluso personalmente) a sus querellantes; y finalmente, el testigo que lo terminó condenando, Jorge Julio López, fue desaparecido horas antes de la lectura del fallo que metió definitivamente a la cárcel al represor.

Semejante impunidad tiene su explicación en dos factores: por un lado, el dominio capitalista del país necesitó siempre evitar que los juicios a los represores del Proceso fueran hasta el final, no solo porque hubieran expuesto a los empresarios y capitales extranjeros que dieron la orden de ejecutar el genocidio. Además, porque esos sectores de poder, dueños del país, siempre necesitarán tener la maquinaria de exterminio preparada para volver a asesinar cada vez que los trabajadores y el pueblo escapen de su control. Por el otro, el hecho de que Etchecolatz perteneció a una fuerza represiva que nunca fue purgada ni investigada en profundidad, una fuerza responsable de miles de muertes y crímenes horribles desde 1983 a esta parte; un institución tan corrupta y criminal como impune: la Policía Bonaerense, en la que nadie sabe cuantos cómplices y discípulos de Etchecolatz siguen activos.

La lucha está lejos de terminar

La inmundicia humana de Miguel Etchecolatz ya no respira nuestro aire. La decrepitud patética y podrida que mostró en los juicios, yace hoy bajo tierra después de pasar un largo rato en la cárcel. Porque la lucha por justicia, la larga lucha del pueblo trabajador para castigar a los criminales que lo desangraron en los años terribles del Proceso; pudo romper el cerco de impunidad que lo protegía… como protege a sus cómplices.

Pero esa lucha está lejos de ver su triunfo final. Porque todos los gobiernos hasta la fecha, han sostenido la impunidad de quienes cometieron los mismos crímenes que el genocida muerto, y de sus aprendices. Porque los casos de torturas, asesinatos y desapariciones a manos de la Bonaerense se siguen acumulando. Porque Julio López sigue sin aparecer. Porque la clase dominante, los dueños del país, mantienen casi intacto el aparato represivo, ya que solo mediante el derramamiento de sangre laburante pueden depredar el país. 

Por todo esto, por mucho que festejemos la muerte de Etchecolatz, debemos seguir luchando hasta hacer justicia por los 30 mil compañeros y compañeras desaparecidos/as, y todas las víctimas de la represión, hasta derrotar definitivamente a la maquinaria genocida y al poder político y económico que la dirige.