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NO A LA ANEXIÓN, NO AL SIONISMO

Un “Día de Furia” fue marcado para el 1 de julio. Es el llamado de organizaciones palestinas que levantan la bandera: “¡No a la anexión! ¡No al sionismo!”

En la fecha, Israel anuncia la anexión de Cisjordania, Palestina ocupada en 1967, al encuentro de lo previsto en el llamado “Acuerdo del Siglo” de Trump, divulgado a finales de enero. El plan unilateral, de tan bizarro, ha recibido el repudio incluso hasta de eternos cómplices del proyecto colonial sionista en todo el mundo. Entre ellos, con mucha fuerza, los gobiernos de países europeos, que llegan a alertar sobre posibles sanciones a Israel.

La anexión propuesta de forma abierta generó crisis incluso hasta entre las fuerzas de ocupación y colonizadores sionistas –obviamente, no por cualquier mínima razón humanitaria o empatía con los palestinos–. Dentro del propio gobierno israelí no hay acuerdo. El ministro de Defensa, Benny Gantz, ha hecho declaraciones en cuanto a la postergación de la anexión, ora usando como justificativa la pandemia de Covid-19, ora porque el plan aún sigue en preparación. El primer ministro Netanyahu ahora afirma que las conversaciones con los Estados Unidos siguen en los próximos días –, sin embargo, sin revelar la posible suspensión de la medida. Informaciones dan cuenta de que la nueva fecha sería el 10 de julio.

Anexión: ¿El fin de Palestina?

Pero, ¿que es esa tal anexión que despertó al mundo para la gravedad de la situación de los palestinos en el refugio, en la diáspora o bajo ocupación, discriminación y colonización?

Esa es una situación continua hace más de 72 años, desde la creación del Estado de Israel. Desde el 15 de mayo de 1948 (la Nakba, catástrofe), mediante limpieza étnica planificada.

La anexión de Cisjordania es la legitimación de la ocupación criminal que se expande a pasos agigantados, del apartheid institucionalizado que la tal comunidad internacional no solo cierra los ojos, como sostiene. El Brasil ejemplificó bien ese escenario en los últimos años: durante los gobiernos Lula y Dilma. A pesar del voto favorable a la Palestina ocupada en los organismos internacionales –a diferencia de Bolsonaro–, el país se transformó en el quinto mayor importador de tecnología militar israelí.

Gobiernos estaduales también adquirieron tecnologías militares israelíes que siguen promoviendo el genocidio del pueblo pobre y negro en las periferias, así como están presentes en la criminalización y represión en protestas. Tecnologías testadas antes por Israel sobre las “cobayas” palestinas, como se ve, en especial, en los bombardeos cotidianos a la Franja de Gaza (esta semana hubo uno más).

Enemigos de la causa palestina

El grave cuadro de expansión colonial, que encuentra expresión en la anexión hoy anunciada, también debe ser adjudicado a otros enemigos clásicos de la causa palestina, además del imperialismo y del sionismo: los regímenes árabes (que han ampliado la normalización con Israel) y la burguesía palestina. Una nueva clase capitalista surgió tras los desastrosos acuerdos de Oslo firmados en 1993 entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Estado sionista, bajo la intermediación de los Estados Unidos. Allí nació, como gerente de la ocupación, la Autoridad Palestina, con dependencia económica integral y cooperación de seguridad con Israel para reprimir cualquier revuelta palestina.

Basada en el tal “acuerdo de siglo”, la anexión que es, por lo tanto, consecuencia de la omisión o de la complicidad con la Nakba continua, trae entre sus puntos el no desmantelamiento de los asentamientos ilegales israelíes; la anexión del Valle del Jordán –fundamental para la sobrevivencia de los palestinos– privándolos del derecho al agua; la definición de Jerusalén como capital “indivisible” de Israel.

El retorno de los cinco millones de refugiados en campos en los países árabes y de los millares en la diáspora es definitivamente rifado. Y los 1,5 millones de palestinos que viven bajo sesenta leyes racistas en los territorios ocupados en 1948 (que hoy el mundo denomina Israel) están amenazados de expulsión, como indica dicho plan.

Paz de los cementerios

El acuerdo incluye además cooperación de seguridad con Israel por los dirigentes del “futuro Estado palestino” –un conjunto de bantustanes interligados por puentes, túneles y viaductos–, desmilitarizado y sin ninguna autonomía, que sería formado en cuatro años si los palestinos rezasen directamente la cartilla del sionismo y del imperialismo. Ahí, recibirían como premio, a lo largo de diez años, U$S 50.000 millones para el desarrollo del microestado –en cerca de 15% de la Palestina histórica–. De hecho, en su “acuerdo del siglo”, Trump busca concluir la serie de capítulos de las propuestas del imperialismo y aliados a la paz de los cementerios; en otras palabras, sepultar la causa palestina.

Palestina libre del río al mar

Contra eso y todos los poderosos enemigos, se busca reorganizar el movimiento de liberación nacional palestino junto a sus aliados: los oprimidos y explotados de todo el mundo. La resistencia heroica se suma a la solidaridad internacional, en la certeza de que no es posible apagar de la historia a aquellos que transforman su sangre y sus lágrimas en fermento para la lucha permanente. Hasta la Palestina libre, del río al mar.

 

1 de Julio d 2020.-