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Obras sociales: la privatización de nuestra salud

Todos sabemos qué clase de atención brinda la mayoría de las obras sociales. Turnos imposibles, pésima atención, servicios que los médicos no quieren prestar por falta de pago, clínicas abarrotadas son una imagen conocida para los trabajadores y sus familias. Una imagen que les cuesta a los obreros el 3% de sus haberes

Una herencia del sindicalismo de ministerio

Luego del surgimiento del gremialismo adicto al estado y sus ministerios, los sindicatos fueron encargándose de brindar cobertura médica a sus afiliados, transformando la acción circunstancial de solidaridad entre trabajadores, ligada a la lucha obrera, en un sistema permanente acordado entre las cúpulas sindicales, el estado y las patronales. Un sistema al que los trabajadores aportaban compulsivamente a través de los descuentos, y que permitía a los gremios manejar fortunas cada vez más grandes, haciéndoles perder su carácter de herramientas de lucha y llevando a que los jefes sindicales se enriquecieran a través de manejos corruptos que ocasionalmente llevaron a alguno de ellos ante la justicia (como el caso del bancario Zanola)
Esta situación se agravó, primero con las leyes que permitieron a los trabajadores cambiarse de obra social; y luego con el ahogo financiero al que el kirchnerismo sometió a las obras sociales, afectando negativamente la calidad de su servicio. Ambas medidas introdujeron aún más a las obras sociales, y a toda la salud pública, en una lógica de mercado.

La sanidad no debe ser un negocio

Ante esta situación, muchos trabajadores piensan que los problemas de las obras sociales se resuelven con una administración honesta y eficiente. Pero, ¿Debe ser esa la función de los sindicatos? Nosotros creemos que no. Primero, porque los sindicatos tienen que estar solo para luchar contra la patronal, no para hacer beneficencia. Segundo, porque las obras sociales, tal como las conocemos, son simplemente empresas de salud privadas, opuestas a las organizaciones obreras solidarias y de base que siempre existieron; por lo que quienes las administren terminan transformados en empresarios buscadores de ganancia, por honestos y luchadores que sean. Y tercero, porque nosotros creemos que la salud no debe estar en manos de ningún tipo de empresa privada, sino que es un derecho básico y universal que debe ser garantizado por el Estado, a través de un sistema de salud público, gratuito, único y controlado democráticamente por sus trabajadores y pacientes para ponerlo al servicio del pueblo trabajador
De hecho, el propio sindicalismo de lucha debe encabezar la pelea por un sistema así, denunciando los manejos corruptos y patronales de las obras sociales y exigiendo que el estado se haga cargo de las mismas, para brindar a todos los trabajadores y el pueblo la salud que necesitan.