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¿SE PUEDE DEJAR DE PERDER CONTRA LA INFLACIÓN?

Hace semanas nomás Gobierno y oposición patronal aprobaron el presupuesto 2023, realizado según los mandatos del FMI, en cuya sumisión acuerdan todos. Allí, apuntando a achicar el déficit fiscal, se ven recortes a salud, educación, asistencia social y aumento de la partida para pagar deuda. Pero al ajuste que viene aplicando el Gobierno mediante decretos y leyes, se suma el que diariamente vivimos los trabajadores y trabajadoras, en los hechos, de nuestro poder adquisitivo. La famosa inflación y los acuerdos a la baja nos vienen robando capacidad de compra mes a mes, ni hablar de capacidad de ahorro. Muchos gremios venden los acuerdos últimos, en cuotas, como triunfantes, pero, en verdad, seguimos corriendo detrás de la inflación. ¿Hay alguna salida para que dejemos de ser los trabajadores y trabajadoras los ajustados permanentemente?

Con la inflación desatada, la pérdida de salario real de los trabajadores registrados es, entre enero y julio de 2022 , del 7,2%, según los datos oficiales publicados en el reporte Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables del Ministerio de Trabajo. Aun es más grave si incluimos en los números al 40% de los trabajadores informales que se la rebuscan como pueden.  El Salario Mínimo Vital y Móvil  (SMVM)no alcanza ni a la mitad de la canasta familiar actual, y planes sociales como el Potenciar Trabajo, de los que muchos se quejan por el gasto estatal, son a su vez, del 50% de dicho mínimo, es decir de $28.950 , a partir de este mes, una condena a la indigencia completa.

Como el fenómeno de salarios a la baja no es nuevo, en el acumulado general y yendo al poder de compra, la pérdida entre 2017 y 2022 es de un 20% (según el Observatorio de Deuda Social de la UCA). 

En cada casa obrera estos números fríos se traducen en cosas que antes podíamos comprar y ahora no: el consumo de carne vacuna se redujo un 8% desde 2019, la inseguridad alimentaria trepó al 37% de la población y a más del 50% entre niños y adolescentes, entre el 2019 y el 2021 (es decir previo a la suba de alimentos de este año), el 50% de la población vive sin al menos un servicio. 

Todo esto ocurre mientras el país registra su segundo año de crecimiento consecutivo y sectores como el agro y las petroleras están obteniendo ganancias extraordinarias. Y ahora, viendo que la coyuntura económica mundial se va a complicar, las patronales pretenden avanzar más en las reformas para continuar ganando, como debatieron en el Coloquio de Idea (ver página 6 y 7)

 

Los acuerdos actuales

La reapertura de paritarias estaba pautada y eran casi inevitables por lo desfasados que quedaron los acuerdos anteriores respecto de la inflación, pero el conflicto del neumático (que duró 120 días, redujo un 25 % la producción del sector por las medidas y logró un acuerdo mejor que la propuesta inicial, pero igualmente inferior a la inflación), obligó a acelerar el trámite. 

Así, un sector de la dirigencia gremial, que juega de “sindicalista,” al mismo tiempo que es parte del partido gobernante, salió a pedir un 131% de aumento desatando un debate con la nueva Ministra de Trabajo, Kelly Olmos, que acusaba de poco solidarios a los trabajadores ¡Poco solidarias son las empresas que aumentan sus ganancias a costa de que tener trabajo y ser pobre ya sea algo normal!

Pero más allá de los cruces y los jueguitos para la tribuna, lo cierto es que todos los acuerdos paritarios cerrados, aun el del gremio del Calzado que firmó  un 113, 5% a mayo del 2023, siguen dejando los sueldos por detrás de la inflación, si se toma en cuenta las cuotas y la falta de aumentos en 2020. 

Los bonos en suma fija que forman parte de los acuerdos, o que  siguen en discusión entre el Gobierno, las patronales y sindicalistas, sii bien dan un respiro cuando llegan, no solucionan el problema de que cada vez ganamos menos en relación a la inflación. 

El resultado de las paritarias no es casualidad. 

Los efectos negativos para los y las trabajadoras no son una cuestión de azar. En una paritaria, que toda la dirigencia sindical vendida reivindica como una conquista, siempre perdemos los trabajadores: es como mínimo, un partido de 2 contra 1. Los dirigentes argumentan que es una pelea de los sindicatos (representando a los trabajadores), los empresarios y un mediador neutral, el Ministerio de Trabajo en representación del Estado. Pero eso es una trampa mentirosa, ¿Para quién juega siempre el Ministerio de Trabajo? ¿Acaso es neutral? ¿No fue el Estado el que se jugó a reventar a los trabajadores del SUTNA, diciendo que iba a abrir las exportaciones? ¿No es el Ministerio de Trabajo el que se apura a dictar conciliación obligatoria para garantizarle la paz a las patronales? Infelizmente la dirigencia sindical es tan traidora, que termina siendo un partido de tres que deciden, contra todos los trabajadores que acatan y continúan ajustándose los cinturones. 

Lamentablemente los sectores sindicales combativos, dirigidos por la izquierda, también han caído en la trampa de exigir paritarias como si fuera igual a exigir aumento salarial. Hacer este debate y revertir esa adaptación es un tarea urgente de todos los sectores independientes del Gobierno y las patronales. 

Tenemos que terminar con esta trampa

La lógica que nos imponen las patronales, el Gobierno y los sindicalistas vendidos es que  es imposible ganarle a la inflación. 

¡Sí, es posible derrotar el ajuste que el aumento de precios impone sobre nuestros ingresos!: logrando un incremento general de salarios, que se actualice en forma automática y mensual respecto de inflación, (partiendo de la garantía de que ningún salario esté por debajo de la canasta familiar,) y que el cálculo inflacionario incluya transporte, salud, educación, vivienda y esparcimiento. ¿Y si las patronales dicen que no lo pueden dar? ¡Qué abran los libros contables, para que se vean sus ganancias reales!

Para eliminar la pobreza es necesario, además, garantizar trabajo para todos y todas.  Los planteos del Gobierno de convertir los planes en trabajo, no son más que un mecanismo para garantizar mano de obra barata y ahorrarle parte de los sueldos a las patronales.  

Para terminar con la desocupación se deben repartir las horas de trabajo entre todos los que puedan trabajar, reduciendo la jornada laboral sin bajar los salarios. Con turnos de 6 horas haría falta un turno más en cada fábrica y las industrias podrían incorporar a miles de desocupados/as. Junto con eso es necesario impulsar un plan nacional de obras públicas (infraestructura de transporte, energía e hídrico, hospitales, escuelas, planes de vivienda populares) que dé empleo a quienes hoy no tienen trabajo, hasta que el desarrollo de la economía permita absorberlos/as en otras ramas.

El Gobierno habla de controlar precios, pero nunca va a controlar a sus «amigos» empresarios ni a ir en contra de sus ganancias. Ni siquiera aplica una herramienta provisoria que tiene a mano, como la Ley de Abastecimiento. Hace falta un verdadero control de precios y para eso tiene que ser hecho por los propios trabajadores y los sectores populares, en cada paso de la cadena de producción y comercialización. 

 

Preparar la pelea para lograrlo

Nunca vamos a lograr una salida de fondo siguiendo a la dirigencia sindical que nos vende de permanentemente, con acuerdos a la baja y por  la vía de los canales institucionales que nos ofrece, limitando la forma de organizar las peleas.  Por supuesto que no es sencillo, ni se logrará de un día para el otro. Las peleas se preparan y el conjunto de los que hoy estamos dispuestos a pelear tenemos que discutir cómo hacerlo y aprender de las experiencias de lucha del movimiento obrero de nuestro país y del mundo , como por ejemplo de la huelga de Minneapolis que presentamos en esta edición (páginas 8 y 9) , entre tantas otras.

Desde el PSTU creemos que tenemos que partir de organizarnos en los puestos de trabajo, fábricas, escuelas y barrios con todos los compañeros y compañeras sin distinción. La apuesta es hacer reuniones, comités, comisiones y asambleas que nos permitan unirnos y resolver los pasos a seguir en la lucha por nuestros salarios y condiciones de vida. Tenemos que organizar la bronca e imponer, lugar por lugar, medidas que respondan a los principales reclamos y unirlas en un plan de lucha unificado y nacional, que obligue a las direcciones sindicales y políticas, o directamente, las pase por encima, en camino a construir una huelga general y un nuevo Argentinazo.

Es necesario salir de la trampa de exigir paritarias, como sinónimo de discusión salarial, porque como mecanismo beneficia a las patronales. Las discusiones con las patronales y el Gobierno tienen que ser públicas, a través de representantes obreros electos en asambleas de base y plenarios con mandato, responsables ante la base. Que nada se firme sin consulta al conjunto de las asambleas de fábrica, empresa o establecimiento. 

Todo esto no lo lograremos con los actuales dirigentes, ni con las estructuras sindicales burocráticas. Es preciso una nueva dirección del movimiento obrero, y organizaciones gremiales de lucha, democráticas, con un programa de enfrentamiento sin cuartel contra las patronales y los gobiernos que las representan.

Nuestra propia salida

Para dejar de ser siempre los que perdemos, los trabajadores y trabajadoras necesitamos construir nuestra propia salida, nuestro propio plan obrero de emergencia y un gobierno obrero y popular para organizar la economía del país, a partir de las necesidades de la mayoría de la población y no de la ganancia capitalista. Ese programa debe proponerse romper con los mandatos del FMI y las multinacionales, terminar con el saqueo de los recursos naturales y el flagelo de la deuda externa, mediante una Segunda y Definitiva Independencia, una revolución esta vez obrera y socialista, que como hace 105 años en Rusia, dé vuelta las reglas del juego de una vez y proyecte hacerlo en toda la región. 

Al servicio de esa difícil pero cada vez más necesaria tarea construimos el PSTU en Argentina y la LIT en el mundo e invitamos a todos y todas los que acuerdan en esa necesidad, a realizarla juntos.