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Se viene una nueva devaluación

Aunque todos los economistas se empeñan en negarla, y los candidatos no quieren referirse al tema para no pagar el costo político, cada vez está más claro que se viene una nueva devaluación. Es decir, se prepara un nuevo golpe, uno más, al bolsillo obrero y popular para recomponer las ganancias de las principales empresas que empiezan a presionar por recuperar “competitividad”. Es una de las tantas formas que tienen las patronales para que los trabajadores paguemos la crisis que ellos provocaron.
Esto obedece a que la crisis económica mundial está llegando cada vez con mayor intensidad a Brasil y China, los principales países donde nuestro país coloca sus exportaciones y obtiene las divisas. Esta semana ambos países devaluaron su moneda, -en el caso de China fue la más grande en 20 años-, arrastrando a una caída de todas las bolsas financieras del mundo. Por ello, aunque el gobierno intente minimizarlo, lo cierto es que de un saque nuestro país ha perdido 172 millones de dólares en reservas por el acuerdo firmado recientemente, que evidencia una dependencia y un sometimiento cada vez más pronunciado. Y a su vez, se estima una caída del 8 % de las exportaciones a ese país.
En el mismo sentido, la crisis sigue provocando la caída del barril del petróleo y arrastra los precios internacionales de los productos primarios que nuestro país tiene condiciones de vender (soja, granos, minerales, etc.) Sin embargo, esta semana aumentó en un 10% el precio de la nafta y esto seguramente se trasladará a toda la cadena de precios. Como siempre, somos los laburantes los que tenemos que pagar la cuenta: cuando el precio del petróleo sube, los precios aumentan; y cuando baja -como en este caso- también todo vuelve a subir. Una prueba más de como el ajuste sigue su curso.
Por si fuera poco, todo este cuadro hace pensar que va a profundizarse la recesión de nuestra economía. Ni los dibujos habituales del INDEC pueden ocultar que la industria tuvo 22 meses seguidos de caída en el país. Y como siempre seremos los trabajadores los que estamos pagando la crisis con más despidos, suspensiones, bajas salariales y precarización laboral.
No es de extrañar entonces que en medio de la campaña electoral hubo múltiples conflictos obreros y populares, que expresan de una u otra forma la resistencia a este ajuste. Acindar, Aluar, Cresta roja, aceiteros, metalúrgicos fueguinos, frigorífico rioplatense, los docentes de Chubut y Buenos aires, los municipales santacruceños, los estatales del Inti, los choferes de la línea 60, sólo para mencionar algunos.
Todos ellos son ejemplos que demuestran claramente que sobra la voluntad de pelear por parte de los trabajadores, pero por responsabilidad de las cúpulas sindicales de todas las centrales estas luchas no se unifican y quedan aisladas. Todos los dirigentes (Caló, Moyano, Barrionuevo, Yasky y Micheli) están más preocupados en acompañar a algún que otro candidato patronal en su campaña, más que en responder a las necesidades de su base.

Scioli, Macri o Massa lo niegan. En sus millonarias campañas nos prometen traer soluciones a nuestros problemas. Pero nuestro olfato nos dice que gane quien gane las elecciones de octubre, se viene más ajuste. Por eso, para que la crisis de los empresarios y los banqueros no la paguemos los trabajadores, hoy más que nunca se hace necesaria la coordinación de las luchas, acá en Argentina y en todo el mundo. (ver págs. 4 y 5)