El acoso a las mujeres no es ajeno en la calle, en el transporte y tampoco en nuestros trabajos. Cuando sos mujer para conseguir trabajo tenés que cumplir con “ciertos” requisitos, hasta a veces en el currículum poner foto de cuerpo entero. Poder pasar la entrevista y empezar por fin a trabajar, va acompañado la mayoría de las veces por el visto bueno de un jefe que te hace sentir muy incómoda.
No miento cuando digo que para la mujer es muy difícil conservar el trabajo, hay mucha demanda y los trabajos manuales se renuevan constantemente. Como resultado de esta precariedad en nuestra relación laboral, vi a compañeras con una presión enorme y sufriendo acoso por puestos, por efectivización o por horas extras para cobrar unos pesos más.
En la fábrica la obrera recibe el constante acoso verbal, pero también sufre el acoso físico que incluso a veces llega de la mano del poder que ejerce el hombre ante nuestra desigualdad salarial. Lamentablemente no sólo los patrones o encargados nos acosan, me toco vivir de cerca una situación indignante: la patronal decidió darle el poder a nuestros compañeros maquinistas para que decidan quien quedaba efectiva y quien no, entonces las mujeres tenían que acceder a una cita con ellos para conservar el trabajo. Totalmente repudiable esto se fue cambiando ya que hubo muchas denuncias y esa práctica cesó.
No es justo que suframos en la calle, en los colectivos y en nuestro trabajo. La estabilidad laboral, los salarios dignos, el acceso a las categorías son un inicio para empezar a revertirlo. Si nuestros sindicatos quieren en verdad pelear por nosotras deberían ponerse a la cabeza de reclamar estos derechos y de impulsar una gran campaña de concientización entre los trabajadores contra todo tipo de acoso.
