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Una multinacional de negociados y corrupción en el fútbol

Acaba de estallar un escándalo de corrupción y sobornos en la FIFA (la entidad internacional del fútbol) que involucra a altos dirigentes de esa  organización, a dirigentes y ex dirigentes de federaciones nacionales y regionales, y a altos ejecutivos de empresas de transmisiones de eventos deportivos.  

La denuncia fue realizada por el Departamento de Justicia de EEUU que se consideró facultado para intervenir porque varias transacciones financieras del caso fueron realizadas a través de bancos estadounidenses.

Los involucrados son Jeffrey Webb, de las Islas Caimán (uno de los vicepresidentes de FIFA), el uruguayo Eugenio Figueredo (ex vicepresidente de la federación sudamericana Conmebol); el brasileño José María Marín (ex presidente de la CBF), el costarricence Eduardo Li, el nicaragüense Julio Rocha, el venezolano Rafael Esquivel, el dirigente de Trinidad y Tobago Jack Warner y el británico Costas Takkas. Además, están acusados el funcionario de Desarrollo del organismo, Julio Rocha, y el ex presidente de la Conmebol, el paraguayo Nicolás Leóz. En el esquema habría estado involucrado también el argentino Julio Grondona (fallecido ex presidente de la AFA y ex vicepresidente de la FIFA). La denuncia involucra empresarios televisivos como el brasileño José Margulies, el estadounidense Aaron Davidson y el argentino Alejandro Burzaco (CEO de Torneos y Competencias).

En junio del año pasado, escribí el artículo “Mundial de fútbol: la FIFA gana, el pueblo brasileño pierde” (1), en el que denunciaba que mientras el país (es decir, el pueblo brasileño) quedaría altamente endeudado por las faraónicas obras que la FIFA había exigido para la realización de la Copa (que sirvieron además para grandes negociados las empresas constructoras ligadas al gobierno del PT), la FIFA se llenaba los bolsillos con ganancias. El artículo incluía esta información:

Según sus propios estatutos, la FIFA es una “organización sin fines de lucro”. Es una gran mentira. Se trata en realidad de una especie de “multinacional del deporte”  que administra concesiones y franquicias. Sus ingresos provienen de más de 900 contratos comerciales. El 60% de la renta procede de la venta de derechos de transmisión por TV y otro 40% a marketing. De esta forma, la FIFA ganará por esta Copa más de 4.000 millones de dólares, el doble de lo que obtuvo en Alemania 2006. Una cifra que se ve ayudada por el hecho de que el gobierno del Brasil, como compensación por haber sido elegido como país sede, la eximió del pago de impuestos (estimados ahora en unos 500 millones de dólares).

El escándalo que acaba de estallar no sólo confirma esto sino que, además, desnuda la estructura  de corrupción y sobornos que está por detrás de la concesión de los derechos televisivos. Un sistema que, por un lado, llena los bolsillos de los dirigentes de la FIFA y las federaciones: se habla de cientos de millones de dólares en sobornos y sólo Julio Grondona habría obtenido 15 millones por adjudicar los derechos de transmisión de varios torneos de selecciones sudamericanas (Copa América). Por el otro, los sobornos eran pagados por empresas de transmisiones deportivas que, al obtener la exclusividad de los eventos, se aseguraban grandes ingresos por su venta y por la publicidad que comercializan en esas transmisiones.

Un esquema que viene de lejos

El actual equipo de dirección que domina la FIFA comenzó a ser construido por el brasileño João Havelange, presidente de la entidad entre 1974 y 1998. En él se integraron sus “socios”, como Julio Grondona, Nicolás Leoz, José María Marín y el suizo Joseph Blatter (que sucedería a Havelange en la presidencia de la entidad y que aún continúa en el cargo).

La propia elección de Havelange estuvo asociada a la corrupción. En un libro sobre la FIFA (2), elperiodista investigativo escocés Andrew Jennings denuncia que el director de la empresa Adidas (Horst Dassler, amigo personal de Havelange) compró votos de delegados indecisos para asegurar la primera elección de Havelange. Y que, dos años después, el brasileño le retribuyó el “favor” otorgando a Adidas los derechos de marketing de elementos deportivos y sobre la trasmisión de los principales torneos mundiales (a través de una empresa asociada a Adidas: la ISL).   

Joseph Blatter amplió este esquema a otras empresas deportivas y televisivas, y aumentó el volumen de negocios, en la medida que la televisión llegaba a miles de millones de personas y, con ello, se valorizaban cada vez más los derechos de transmisión. También aumentaba el valor del marketing de productos deportivos y otros (como bebidas) que lograban asociar su imagen a las Copas. Para cimentar su poder, al igual que Havelange, se apoyó en la ampliación del número de  selecciones participantes que en España 1982 pasaron de las tradicionales 16 a 24, y a partir de Francia 1998 a 32. Los principales beneficiados con este aumento fueron los países africanos, asiáticos y latinoamericanos. Puede verse como una “democratización” de los mundiales pero esa ampliación le permitió a Blatter armarse de una “base propia” de delegados de muchas federaciones de estos continentes y así asegurarse varias reelecciones. Aunque, como veremos más adelante, lo “alejó” de la entidad europea (UEFA).

Los manejos turbios no se limitaron a estos temas. Es vox populi que la elección de las sedes de los mundiales también se dirime  en un terreno donde juegan fuerte el dinero y las movidas políticas. Fue el caso de la elección de Sudáfrica para la Copa 2010: no sólo satisfacía a las federaciones africanas sino que también era “políticamente correcto”. La elección de Brasil 2014 estuvo plagada de sospechas de compra de votos y la votación por Qatar 2022 (un país con muy poca tradición futbolística pero mucho dinero) fue claramente “vendida” en detrimento de la postulación de una nueva copa en  EE.UU. 

Algunas precisiones

Para completar este análisis, se hacen necesarias algunas precisiones. En primer lugar, es imposible creer que, a pesar de no estar incluido en la denuncia, Joseph Blatter no forma parte de este sistema de sobornos y corrupción.

En segundo lugar, ¿por qué el departamento de Justicia de EE.UU. presentó la denuncia? No me trago que quiera hacer una cruzada por la honestidad de los negocios en el fútbol mundial o que esté preocupado porque bancos estadounidenses sean instrumentos de flujo de dinero de corrupción y sobornos. Es el mismo Departamento que, entre otras cosas, no consideró necesario denunciar e investigar los impresionantes negociados con obras de “reconstrucción” de Irak de la empresa Halliburton (del ex presidente de Bush, Dick Cheney) o muchos otros.

Mi hipótesis es que se trata de una jugada por el que varias grandes empresas televisivas estadounidenses de transmisión de deportes (que hoy casi no participan del negocio del fútbol o lo hacen de modo secundario) quieren hacer presión para “morder” una porción mayor y, para ello, necesitan desplazar al equipo de Blatter o, por lo menos, obligarlo a “abrir el juego”. También pesó el hecho de la no elección de EEUU para el mundial 2022.

En tercer lugar, está la posición del francés Michel Platini (un gran ex jugador de fútbol, actual presidente de la UEFA) quien denunció que “la corrupción está profundamente arraigada en la cultura de la FIFA”, reclamó la necesidad de “una reforma estructural de la entidad” y la postergación de la asamblea que comenzó a partir del viernes 29 de mayo, en la que Blatter se postula por una nueva reelección. El actual presidente no postergó la reunión, manifestó que no renunciará ni bajaría su postulación a un nuevo período, por lo que la UEFA pidió su renuncia y apoyó a su opositor, un príncipe jordano.

Desde su elección en la UEFA, en 2007, Platini se ha ubicado como opositor a Blatter y ha utilizado la cuestión de la corrupción como crítica central. Él expresa a las federaciones más importantes del fútbol europeo (las “dueñas” de las más poderosas competencias de fútbol de clubes) que se consideran perjudicadas por la “ampliación” del número de selecciones participantes en los mundiales. En la Copa de 1978, Europa tuvo 10 participantes sobre 16 (62,5%) mientras que en la de 2014 fueron 13 sobre 32 (41%).

En oposición a las copas con 32 equipos, existe un proyecto de estructurar la competencia de modo similar a la forma que tiene la Copa Davis en tenis: una categoría A, con las 16 selecciones más fuertes (si se toma el actual ranking de la FIFA, en esas primeras posiciones, Europa tiene 9) que jugarían la competencia principal (cada dos años); un mundial B  (en las siguientes 16 posiciones, Europa tiene 10) y las demás selecciones participarían en competencias regionales. Entre las distintas categorías, se establecerían sistemas de ascensos y descensos de acuerdo a los resultados obtenidos.

Platini tampoco está realmente en una cruzada de honestidad. Él defiende este proyecto que favorecería claramente a las federaciones europeas (claro que dejando algún espacio para las potencias latinoamericanas como Brasil, Argentina y México, e incluso a EEUU) y, al mismo tiempo, que estas federaciones tengan una participación mayor en los negocios de la televisación. Ese es el  sentido de su oposición a Blatter (cuyo equipo se ha transformado en una camarilla cerrada y corrupta) y la base de su ambición de llegar a la presidencia de la FIFA.

A pesar del escándalo, Blatter fue reelecto hasta 2019. La votación muestra que la FIFA está podrida hasta la médula. Por el otro que, en el marco de esta podredumbre, se abre una profunda crisis entre la conducción de Blatter y varias de las federaciones en las que están los países futbolísticamente más poderosos. No puede descartarse incluso que esta crisis, con mucho dinero y poder en juego, termine en una escisión.   

¿Qué hacer con el fútbol?

En la realidad del fútbol profesional actual se combinan varios niveles. En la base, está un deporte que, cuando es bien jugado, resulta hermoso. Alrededor de ese deporte, surgió lo que un viejo comentarista radial argentino llamó “pasión de multitudes”. El capitalismo, que transforma todo en mercancía y lo corrompe, utilizó esta popularidad para construir una inmensa estructura de “show business” (negocio del espectáculo), primero con las ventas de ingresos a los estadios y luego con las transmisiones televisivas y el marketing. Otro componente es la utilización política de esta pasión por parte de gobiernos nacionales y de niveles menores (el famoso “pan y circo” de los romanos que, a medida que disminuye el “pan” deben aumentar el “circo”).

De modo más reciente, en muchos países y en la propia FIFA, ha comenzado a impulsarse el “modelo NBA” (la poderosísima liga de básquetbol de EE.UU.): restringir el acceso a los estadios a una elite (a través de abonos e ingresos carísimos) y vender la televisación para los millones de aficionados de menores ingresos.  Basta como ejemplo ver el precio de los ingresos en el reciente mundial de Brasil que superaban varias veces un salario mínimo mensual de un trabajador brasileño.

Para recuperar los aspectos esenciales del fútbol (el hermoso deporte y la pasión popular) es necesario acabar con el “show business”, es decir con la explotación capitalista del deporte y la pasión. Junto con la eliminación de esta explotación también será eliminada la corrupción (como la que ahora se denuncia en la FIFA) porque esta es un subproducto de ella.

La forma de lograrlo es relativamente sencilla: que el Estado se haga cargo de la transmisión gratuita de los espectáculos futbolísticos y garantice el  acceso gratuito o barato a los estadios (en este último caso, implementando mecanismos de rotación o sorteos de asistencia entre los interesados). Y que esto sea parte del acceso a la práctica deportiva gratuita (no sólo del fútbol sino de otros deportes) de niños y jóvenes.

En Argentina, el gobierno ha estatizado la transmisión televisiva de los torneos locales de fútbol y los ofrece gratuitamente a la población. Claro que el objetivo del gobierno kirchenrista al llevar adelante esa medida (muy progresiva en sí misma) fue utilizarla modo demagógico al servicio político de su proyecto burgués. Pero es una muestra de que la propuesta es posible y para impedir su utilización al estilo kirchnerista, debe estar acompañada de mecanismos de control popular.

Que la propuesta sea relativamente sencilla no significa que sea fácil de conquistar: las empresas capitalistas  defenderán su negocio con uñas y dientes. En última instancia, sólo el socialismo (con una economía estatal planificada centralmente al servicio de las necesidades del pueblo) permitirá disfrutar sin intermediarios de lo más hermoso del fútbol: su práctica y la pasión popular.

 

 

 

  1. http://litci.org/index.php/brasil/item/394-mundial-de-futbol-la-fifa-gana-el-pueblo-brasileno-pierde#.VWcJ2c9Viko
  2. Foul! The Secret World of FIFA: Bribes, Vote-Rigging and Ticket Scandals, (Falta!  El mundo secreto de la FIFA: sobornos, esquema de votos y escándalos con los ingresos) – 2006.